“-Te odio, Guido Donoso. Te he odiado intensamente desde lo más hondo de mi destrozado corazón , todos estos años. No tienes idea del gran daño que me hiciste, maldito malnacido. Al verte inerte en esta cama, moribundo, me doy cuenta de que es esto lo que te mereces . Debes pagar con sangre, con sufrimiento, con dolor, con miseria todas esas horrorosas y dolorosas heridas que me hiciste.”
El ruido de un sollozo femenino interrumpió a Julián. Odiaba ser interrumpido.
-¿Está llorando?
-No, Juliancito, no –replicó la señora Graciela, secándose las lágrimas
-Si es porque se ha emocionado con la historia, puede seguir, no me molesta.
-Es por eso, sí, la emoción.
-Ah, no hay problema, entonces –sentenció el joven, disponiéndose a seguir la lectura de su cuento.
“Guido se llenó de una negra, oscura y acongojada angustia y manifestó un dejo de amargura en su avejentado y pálido rostro. Trató de mover su brazo para retener a Ignacio y pedirle perdón, pero sus fuerzas no lo acompañaban. Lloraba desamparadamente y cada una de sus lagrimas clamaba “perdón hijo, perdón”.
Julián, visiblemente emocionado, se detuvo para secar una lágrima que se asomaba con timidez por sus mejillas. Luego de tomar aliento, prosiguió con la conclusión del cuento:
“Una pena terriblemente devastadora apretó su corazón. Sabía que ésa sería la última vez que lo vería. Había perdido a Ignacio para siempre, jamás volvería a ver a su hijo, nunca nunca más...FIN”
Se oyó una débil carcajada.
-¿Alguien se está riendo?
-No, que dices, Julián. Nadie se está riendo.
-...Porque no hay nada gracioso en mi cuento. Cuando escribo comedias, me gusta hacer reír. Pero esto es drama, tragedia pura. Se supone que debe haber llanto, no risas.
-Estamos todos emocionados.
-¿Seguro? Porque yo oí alguien riéndose...
-Nadie. Estamos todos conmovidos ¿cierto? ¡con un nudo en la garganta!
-Bien. Muy bien. ¿Alguien quiere hacer algún comentario?
Hubo un silencio sepulcral; todos escondían la mirada bajo su texto, haciéndose los desentendidos. Julián, incomodándose, se abalanzó hacia Miguel, el único que consideraba una verdadera competencia ahora que el profesor no estaba.
-¿Quieres comenzar tú, Miguel?
-Claro, claro – respondió el otro, nervioso – me pareció un excelente cuento
-¿Ah, si? ¿Porqué tan “excelente”?
Miguel titubeó antes de contestar.
-Encontré muy bien lograda la atmósfera, una buena construcción de personajes...
-¿Y porqué lo dices en ese tono?
-¿Qué tono?
-Ése, tan despectivo.
-No es mi intención ser despectivo, por el contrario. Me gusta mucho como escribes...
Julián guardó silencio un minuto, como si analizara las palabras de Miguel, y luego volvió a hablar.
-Siempre haces eso ¿no? ¿Crees que no conozco tus técnicas? Te plantas frente a mi con esa sonrisita cínica, fingiendo simpatía, cuando en verdad te estás mofando. Has mantenido esa cara burlona durante los últimos tres cuentos que he leído.
-Es el cansancio, Julián, ya llevamos tantos cuentos de corrido...
-¿Acaso alguien se ha quejado? –mirando a los demás, preguntó en voz alta-¿alguno de ustedes está cansado de oír mis cuentos?
La respuesta fue una negativa general.
-¿Ves? El público lo pide. Todos quieren leer mis cuentos, Miguel. Eso es lo que te da envidia ¿no? Te crees la gran cosa con esas dos frases cagonas con las que armas tus cuentecitos y piensas que nos tiene que agradar. Pero ahí tienes, envidioso de mierda, tus cuentos no le gustan a nadie.
-Claro, Julián, yo no te llego ni a los pies.
-Demasiado tarde. La envidia es un pecado capital – y diciendo eso, apuntó hacia él la pistola cargada que sostenía sobre sus muslos y le dio dos balazos.
Un grito agudo se escapó de los labios de la señora Graciela. Julián, lentamente, se puso de pie y tomó el cuerpo inerte de Miguel, lo arrastró por el suelo y lo puso junto al cadáver del profesor. Luego, volvió a sentarse, miró a los presentes de reojo y, recobrando la compostura, siguió.
-Bueno, ya que solo vamos quedando 6, no hay porqué seguir con las criticas, la de Miguel fue suficiente. ¿En qué cuento íbamos? ...¡ah, acabo de leer “Lagrimas de un corazón destripado”, verdad. Sigamos ahora con “Sufrimiento tiene nombre de mujer”, el que escribí anteanoche ¿no les parece un excelente titulo?...
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