Ya no Creo en Cuentos de Hadas
“Había una vez, en un reino muy lejano, una linda princesita, que entre risas y suspiros jugaba sonriente en los jardines del palacio…”
Una tras otra rodaban sobre el libro mis lágrimas, presas de un castigo infinito, de una pesadilla sin terminar, envueltas entre el frío bestial de aquella mañana de invierno y encerradas en la soledad detestable que se respiraba en el departamento.
Para aquella hora me encontraba meciéndome en un rincón, leía con avidez mi viejo libro, riéndome tontamente de una fantasía que jamás podría llegar a realizar, desconcertada en un mundo cristalizado que de un momento a otro se había quebrado.
“…la malvada bruja, cegada por una avaricia pura, planeó despojar a la pobre princesa de todo lo que heredaría de su padre, así que aquel pintoresco día fue transformado en una viva pesadilla para la princesa…”
Observé a mi alrededor, una mujer adulta me extendía su mano, mientras con una mirada repleta de lástima intentaba darme fuerza para despegarme del libro.
-¿Cómo te encuentras?- me preguntó con una media sonrisa, su voz transmitía una compasión tonta, que, después de todo lo que había pasado resultaba absurda y bastante fuera de lugar.
Un silencio sepulcral fue lo que obtuvo como respuesta, mi voz se escondía en alguna parte de mi cuerpo, deseando con una inocencia casi pura permanecer intacta.
La mujer se arrodilló para mirarme a la cara, mis ojos seguían escudriñando el libro que desde la noche anterior no había cerrado, aunque a decir verdad hacía horas que había dejado de considerarlo un escape…
-es hora de irnos pequeñita- susurró a mi oído con un dejo de resignación
-¿mamá no ira con nosotras?- pregunté con una voz palpitante, apenas audible entre el ruido que habitaba el departamento
Policías, médicos, señores que no conocía, vecinos curiosos, todo estaba ahí, atormentándome, recordando lo que había pasado el día anterior, revisando cada rincón de mi casa, haciendo preguntas extrañas, observando a mi mami como si de un objeto en exhibición se tratara.
-mamá no podrá acompañarnos
“…era un calabozo, frío, húmedo, tapizado en piedras oscuras, la princesita tenía miedo, sola, en medio de un territorio desconocido…”
Sentí que algo caía en mi estómago, por primera vez, la realidad me abofeteaba cruelmente, mamá no volvería, me había dejado sola, en medio de un Londres lluvioso, de una niñez abrumada….
Mi mente se vio trasladada a todo lo que había sucedido, recordaba a papá, el disparo, la sangre, y yo sin hacer nada, llorando en un rincón, leyendo mi libro de cuentos de hadas….
“..Entonces dejó de llorar, en la pequeña ventana del calabozo vislumbró la cola del dragoncito, sonrió al ver que la rescataría….”
Tomé con duda la mano de la mujer mientras me guiaba a las calles lluviosas del Londres de 1900, nunca me había sentido tan vulnerable, tanta gente, apresurada, corriendo entre la lluvia, intentando sobrevivir en un mundo de bestias humanas…
Entre letras de metal oxidado pude ver mi destino, “Orfanato”, la pequeña bofetada ahora fue más fuerte, ahora la princesa había despertado de su sueño y entre unos sollozos inútiles caminé hacia mi futuro…
“..Y vivió feliz para siempre…”
Cerré el libro de un golpe, y lo tiré en la acera, para mi ya no existían los finales felices, ni las princesas, ni los castillos, ni los dragones, quizá alguna otra niña afortunada encontraría el libro y se perdería en utopías, yo no, ahora ya no creía en aquellos absurdos cuentos de hadas….
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