Tocan a la puerta.
-¿Se puede? Buenas noches…
-Ah, eres tú hijo, pasa, pasa, pero si has tardado bastante, te esperaba desde la tarde. -Decía la señora mientras el joven cerraba la puerta.
- He tenido que trabajar hasta tarde, ya sabe.
-Lo sé hijo, tú siempre tan trabajador, por eso entiendo que me hayas traído aquí, estás tan ocupado que no puedes cuidarme…
- Este, si, bueno, eso.
-Anda no seas tímido, ¿cómo te fue hoy? Platícame.
-Pues bien, la verdad es que estuve a punto de no venir hoy, estoy muy cansado, hay mucho trabajo, y no tenía cita programada.
-No te apures, sé que desde que murió tu padre te has hecho responsable de la casa.
-Algo así, pero debo irme pronto. -Decía tímidamente el joven mientras miraba a todos lados.
-No hay problema, sólo quiero decirte que hoy he estado produciendo bastante leche. ¿Recuerdas la primera vez que me ordeñaste? No claro que no lo recuerdas, eras sólo un bebé, cuando te amamantaba, pero ahora es diferente.
-No me gusta que hable así…
-Da lo mismo, no soy una vaca, pero igual produzco mucha leche, creo que en otra vida debí haber sido como las meninas, jijijiji.
-Pero no le dice de esto a nadie ¿verdad?
-Claro que no, tontuelo, si lo platicara con las demás señoras dirían que estoy loca enferma, mucho menos les digo de tus visitas, hice como me has dicho y no le comento a nadie.
-Esta bien, pero creo que ya debo irme, es muy tarde…
-No antes de que veas esto, mira…-Decía la señora al tiempo que se levantaba la bata dejando sus senos al descubierto, estrujándolos hasta expulsar un líquido lechoso y blanquecino, salpicando al joven.
-Basta, no haga eso.
-Pero ya sé hacerlo justo como me enseñaste, anda, toma, ¿no quieres ordeñarme? Anda.
-Esta bien pero debo apurarme, me están esperando.
-Se siente tan bien, no puedo evitarlo, ha de ser mi instinto de madre, ¿no lo crees? Le decía tiernamente la señora mientras le acariciaba el cabello.
-Sí, ya lo creo. Es muy dulce… -Respondía el joven mientras succionaba fuertemente cada uno de los pezones ofrecidos por la señora.
-Tócame, te digo que te estaba esperando. - Decía la señora, que tomaba la mano derecha del joven y la colocaba debajo de las bragas en su entrepierna.
-Si está muy húmeda, pero le digo que debo marcharme, no insista.
-Bueno, yo entiendo. Muchas gracias hijo, ahora estoy más tranquila, que bueno que pasaste verme, se siente muy bien.
-No es nada, pero ya debo irme, tápese, no se vaya a enfermar, luego paso a verla, y nada de esto a nadie, o ya no me van a permitir que venga a verla, ¿esta bien? Se cuida y se come todo lo que le den para que se ponga fuerte.
-Déjame te doy la bendición hijo.
-Debo irme ya, no es hora de visita y me dieron la oportunidad si no me tardaba, y le digo que me están esperando.
-Pero... Para la próxima vez, ¿será visita completa?
-Lo prometo, pero debe portarse bien y prometerme no decir nada.
-Prometido.
-Bueno, nos vemos pronto.
Y cerrando con llave la puerta tras de sí, el joven se puso de nuevo su bata y siguió su recorrido nocturno por los pasillos del hospital psiquiátrico.
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