PRELUDIO DE LLUVIA
Es una noche sin estrellas y me dirijo hacia la casa de un amigo a buscar un favorcito que le pedí.
Visita corta, él, adelantando trabajo para el día siguiente, así es que las ganas de conversar, me las comí. De regreso, me di cuenta de lo exquisita que estaba la noche, ella me esperaba y estaba ahí, sólo para mí. Una sensación extraña que de haber conversado comprendería que al menos con él, no la podía compartir, pues al despedirnos, se jactó del aire que corría con sonido a lluvia, con toda demostración de que no le era grato. Mientras... yo presentía que viviría un momento feliz.
Comencé a caminar lentamente de regreso a casa para expandir mi caminata lo más posible. Sentí al viento rozar mi pelo y lo imaginé en mi nariz de no estar cubierta por mi bufanda. Pude notar que estaba frío, pero no me afectó debido al calor que subía por mi cuerpo con cada paso que avanzaba. Observé el cielo... y nada, ni una sola estrella. Nublado, y aquel vientecillo tenía un sonido diferente... anunciaba lluvia. Mirando el cielo mientras caminaba me pregunté: ¿Cuántas noches sin estrellas tenemos durante el año?, Sólo el verano nos quita bastantes...
Alargué mi caminata lo más pude para disfrutar aquella mística de día nublado con aquel viento extraño... “Preludio de Lluvia”. Por más que le ofrecí mi frente al cielo y a sus nubes, la primera gota nunca la tocó y tuve que entrar a casa.
Una vez, refugiada en mi hogar, me senté a escribir tratando de traducir tanta poesía que se produjo en mi mente mientras caminaba, cuando de repente, un sonido distinto interrumpió el preludio. Me acerqué a la ventana, corrí la cortina y la vi. Sí, era cierto, el sonido fue de la primera gota que el viento empujó hasta reventarla en mi ventana y pensé: “el preludio acabó”. Ahora, otro sonido vendrá, y la poesía que no alcancé a traducir sólo quedó en mi cabeza. No me queda más que prestar oído a la madre naturaleza y escuchar el sonido de la lluvia que muere en el cemento. Con resignación, escucho la lluvia caer...
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