Cayó en el ocho. De lejos parecía que tocara la raya pero luego de una acalorada discusión llena de razones inverosímiles y otras no tanto no tanto, Mariaja inició una vez mas la danza de cuadro en cuadro, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y cuidado con poner el otro pie, paraíso e infierno a la vez, posición privilegiada y propicia en lo que a recoger la piedra se refiere. Mariaja se agacha, sin antes contemplar a los otros, uno que pinta con un pelo de marta invisible al viento, otro mas allá que se cree robot, el muñeco de hule de la izquierda, el de allí que se jura perro, ladrando y confundiendo sus sonidos con todos los que emiten en sus respectivos mundos los demás, música pintada con tiza de colores. Al tomar la piedra, mientras su alma danza con aquellas tonadas, irrumpe abruptamente un grupo especial de las fuerzas armadas del País Sin Nombre, atrapan a los niños como a cerdos, golpeándolos y humillándolos en lo que ellos llaman ‘procesos judiciales’, empujándolos luego a un gran camión propio de los peores criminales. Mariaja fue la ultima en ser atrapada luego de gritar y defenderse con todas sus fuerzas. Tan cerca ya del fin, tan cerca del cielo y del infierno, pensaba contra los barrotes del vehiculo, mirando lacónicamente la huella de alguna bota militar que se atrevió a pisar el infierno antes que ella, y, advirtiendo en la piedra pisando la raya del uno, una nueva oportunidad de volver a tirar. |