La noche no es eterna, sólo lo suficientemente larga como acallar los suspiros, los llantos y lamentos, los sudores de amargura y la sangre escurrida…
La noche no es eterna; y es lamentable, ojalá lo fuera. Ojalá fuera no tan sólo eterna, sino infinita, y ojalá fuera más oscura, para no ver siquiera la silueta que, aún más oscura que la carne, nos muestra de nuevo los dolores y las angustias mordisqueándose y luchando como en un teatro de las sombras…
Ojala la noche fuera más oscura para no tener que ver mis manos empuñando el acero, para no tener que ver las lágrimas que intento secar, para no tener que ver, para simular que duermo, y que durmiendo sufro y que sufriendo duermo, y que es toda una ilusión… ojalá fuera más oscura para no ver, y convencerme de que existe un “Dios”, de que existe eso que llaman justicia, que existe ese cuento del más allá… ojalá pudiera simplemente creerme el cuento de que si soy bueno y me como toda la comida, los demonios que llevamos dentro no me comerán vivo… ojalá pudiera convencerme de que la redención llegará, que llegará el día del juicio y seremos salvados…
Ojalá la noche fuera eterna, más oscura, más fría… más fría para adormecer el cuerpo, para detener el pulso, para congelar los sentidos y la sangre…

Pero no, la noche no es eterna… no es eterna… y siempre sale el sol, siempre… siempre sale el sol mostrándonos el mundo falso que intentamos construir encandilados, calentando nuestros cuerpos para recordarnos que el dolor está ahí, que no se ha ido…

No, la noche no es eterna, en eso tienes razón…


Para el fin del mundo hoy, Silvia… gracias por el post…



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