Al fin me siento en armonía con mi entorno.
Observo a mi alrededor y disfruto de lo que siento respirando el ahora cálido aliento que emana de nuestra Madre Naturaleza. Siempre con sus sempiternos regalos y frescas caricias.
Cierro los ojos y los abro, y de pronto se me acerca rauda, mas sigilosamente, ese poderoso y a su vez afectuoso animal que es el gato. Éste concretamente del más puro azabache, con ojos verdes, hipnotizantes. Me abstraigo de mis pensamientos y siento que puedo comunicarme con él. Expresarle mis temores más profundos y a su vez, entender los suyos propios.
Aspiro con grandes bocanadas el aroma que desprende y me quedo allí, impávido mas paralizado por la gran energía que puede emanar un animal tan aparentemente inofensivo.
Me siento bien y así se lo digo a mi amiga, que tengo al lado, estirada cuan larga es, como yo, en el colchón de hebras verdes que representa este verde campo, y ella me mira con sus grandes ojos esmeralda y sonríe, recorriéndome un escalofrío por la espalda.