Tic,
tac,
tic,
tac,
tic,
tac…
Esta noche vuelvo a vivir en esta realidad. Todos los relojes se concentran en la oscuridad de la habitación y repican en mis oídos. Producen un ruido sordo, claro, monótono. A la luz del día pasa inadvertido, desaparece, mientras que ahora azota mis sentidos.
Asomada tímidamente en la ventana dejo entrever mi rostro demacrado. Las pálidas luces de las farolas del edificio de enfrente me delatan. Pero nadie espía a esta niña que hoy no logra cerrar los ojos al mundo.
La noche ha caído plácidamente sobre la ciudad dejando una polvorienta nube sobre el cielo. Gris, deslucido, triste, sucio. El negro radiante y perfecto hoy oculto por esa capa de polvo que limita en el infinito de mis ojos, no deja contemplar la luz de luna, que ya debería estar ahí puntual a su cita. Vacía, brillante, preciosa.
Quizá hoy el universo se alía conmigo y nuestra una imagen poco estética. Esa púdica Luna, mi cómplice, se esconde tras la cortina de vapor que la protege.
Mis pálidas mejillas enrojecen al contacto con el viento libertino que se cuela por la ventana y me eriza los vellos de mi brazo. Sin pudor palpa mi cara y mueve mi pelo lacio que cae por mis hombros desnudos. Me estremezco. Me gusta esa sensación.
Bienestar. Recuerdos pasados ya concentrados que explotan sin avisar en mi cabeza.
Suspiro.
Paz.
Solo el sosiego, la confianza y soledad de la noche me ayuda a dedicarme unos instantes a mí misma.
Repasar, retomar y volver a empezar.
Un vaso de agua. Me renueva.
Por momentos un coche se filtra por el duro y desgastado asfalto que cubre el suelo de la calle que tengo unos metros más abajo. Produce un ruido desgarrador en medio del silencio que allí se respira. Lo sigo con la mirada. Cruzan rápido. Otros se detienen ante el semáforo en rojo. Me pregunto quién será el “ser” que lo conduce, qué estará pensando, cómo será su vida, si será feliz… Cientos de preguntas que jamás tendrán respuesta.
Sí, “ser”, no persona. Es algo que me enseñó un nuevo amigo que empiezo a conocer. Está lejos, quizá se pierda muchas de mis sonrisas, muchas de mis palabras, de mis abrazos o de mis lágrimas, pero esos momentos que comparto a su lado, me llenan el alma y me hacen recapacitar.
¿Por qué ser único y especial y no, persona normal y rara?
¿Por qué inteligente y guapa y no, ingenua y fea?
¿Por qué maja y fuerte y no, dulce y débil?
Poseo dos caras. Soy pura contradicción.
Cuando llegue la noche, hoy se habrá ido para siempre. Nunca más existirá otro día igual para mí ni para nadie. El Sol se esconderá y dejará paso a la Luna, tímida, fría, serena…
La noche, la complicidad de dos enamorados, la pasión, el secreto.
Los niños duermen. Los gatos maúllan sobre el tejado. Y el mundo duerme y sueña mientras en mi mundo hay tanto silencio que me oigo.
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