La noche estaba avanzando pero los cabellos de Jose Carlos seguían intactos, la gomina si que le funcionaba bien, los trotes nocturnos no habían sido lo suficientemente bruscos para despeinar uno solo de sus lisos cabellos. Por otro lado la morbosa idea q cogí en el bar, seguía latente como una melodía de bach recordándome algún capitulo de “la serie rosa” que tanto había calado en mi púber cerebro de aquel entonces.

Pensaba en regresar, darle el alcance, decirle a mi acompañante masculino que tenia náuseas, eso siempre había funcionado cuando el intercambio de fluidos, o de palabras se hace cansón, casi tanto como estar en una cita con el primer ministro inglés o con uno de esos hombres a los que esa aura de atracción interpersonal les dura poco, y yo ya quiero seguir con mi vida individual al cabo de un par de horas.

Entonces quizás debía disculparme con él, cerrar la noche diciendo que tenía q regresar a mi casa para abrigar a mis canarios, que se me acabó el desodorante, que me olvide de cerrar el caño, o simplemente que tenía ganas de ir a ver a la mujer del sombrero que de seguro me seguía esperando en el mismo sitio de donde me vio partir, que mi inconsciencia animal estaba arrepentida de no haberle hablado, pero aún tal vez sea tiempo, talvez ella siga ahí sentadita como para recibir mis miradas, como para después tocar mis manos como solo las mujeres sabemos hacerlo, para dejar que yo se las toque también, y después, el después no importaba, lo importante era regresar.

Mi amigo se veía bien, acababa de ir al baño, se había mojado el rostro y mas fresco me recordó esas primeras visiones de ambos, cuando recién despertábamos al camino inaudito y nunca acabado del sexo, cuando ambos éramos casi vírgenes, y nuestras ideas de rebeldía eran tan extremas y artificiales como para pintarnos la cara con óleo pastel, y caminar orgullosos por la avenida , sintiéndonos francamente unos héroes, besándonos desesperadamente con unas lenguas enroscadas y fuera de la boca formando siluetas y cuadros que suponíamos los demás debían ver .
Pero esos eran otros tiempos, hasta podría decir que éramos otras personas, hoy la situación había cambiado. La decisión estaba tomada no perdería nada al fin y ala cabo, iba a regresar.
El recibió una llamada, como una señal mística para mi partida, pues así me ahorraría el darle explicaciones, las explicaciones están demás cuando sabes que la otra persona no lo entendería, y entonces preferí solo safar en silencio, vestirme, cargar mi mochila y cruzar la puerta, todo esto mientras el seguía en el teléfono.
Desconecte mi cel, tome un taxi y llegue al bar con una sonrisa que estoy seguro era bella, como si hubiera hecho el amor y no solo tenido sexo.
Subí las escaleras, en el camino me encontré con unos ebrios, que bajaban a duras penas, me paré en la entrada debajo del umbral, el humo y la bulla de los bohemios lo cubría casi todo, pero mis ojos estaban mas lúcidos y picudos que nunca, la busqué, no la encontré, pedí un trago para relajarme pero no sirvió, sentía que alguien me miraba pero no lograba encontrar esos ojos.
Era ella, se paro a lado como una aparición milagrosa.

Continúa en el sgte. capítulo…