Jose Carlos tiene los pies grandes, las manos grandes, las orejas grandes, es bastante alto teniendo en cuenta el promedio de estatura de los peruanos. Hace ejercicio y me considera una extra –vagancia. Siempre usa lentes oscuros, dice él que es para evitar una inflamación en sus ojos pero ambos sabemos que unos ojos rojos y achinados son más que sospechosos y condenables, esos ojos enormes y color intenso que guardan lujuriosas historias de tentación que seria un absurdo tenerse prohibido. El es arrogante cuando se ha ofendido, tan sinvergüenza como para salir desnudo por la ventana de un sexto piso y el productor de mis mas lentas carcajadas.
La última vez que lo ví fue hace unos meses, estaba vestido de terno y tenía los zapatos muy bien lustrados, el pelo engominado, seguía con los lentes oscuros y llego tarde.
Que esta trabajando en una inmobiliaria, que sus viejos ya no quieren pagarle la universidad porque se dieron cuenta que no estudia matemática pura sino Artes, que por favor vayamos a comer que se muere de hambre, eso fue lo que me dijo.
A mí no me molesto mucho esperar, el bar donde lo hacia, tenia una visita especial, una visita de tez almendrada como diría mi amigo Beto cada vez que se refiere a Javicho su media naranja o talvez deba decir su medio limón, en fin, ella llevaba un sombrero como de vaquero que le quedaba muy bien, era como si estuviera perdida en esta ciudad donde no hay ni caballos, ni sheriff.
Decía que esperar a Jose Carlos el tipo talentoso con el que suelo compartir mis capacidades sensoriales y motoras, no había sido un fastidio, teniendo en cuenta que ello, esperar a quien sea que este esperando es normalmente el desencadenante de mi desgano.
Ella estaba sentada en la barra, talvez esperando que alguien se le acerque a saludarla, a preguntarle la hora, a comenzar alguna conversación aunque sea tonta, aunque no entienda nada, lo importante era conversar con alguien, no tenia cara de querer estar sola, tenía el rostro típico de esas personas que salieron a pasear pero se dieron cuenta que no tenían nadie nuevo o interesante con quien hacerlo, entonces se dirigen a un bar, a buscar esas aventuras que despierten su adrenalina ,que nos hagan sentir bastante deseadas, en conclusión alguien que nos levante el ego.
Yo no suelo ser una observadora directa prefiero hacerlo casi de forma indiferente, me aterra encontrarme con los ojos clavados en otra persona, menos cuando esta me parece atractiva y nos hemos visto de reojo en el baño y peor aun cuando ella parece no tener la premura de observar con discreción, pues me miro tan íntimamente a los ojos que hasta ahora cada vez que lo recuerdo siento un cosquilleo extraño como los ecos producidos el terminar un largo e intenso viaje orgasmal.
Continuará….
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