A manera de responder al poema de Nicolás Guillén; PIEDRA DE HORNO.


GUIJARRO CALIENTE

Vespertina en los rasgos de humedad deshilachada
agua rayada del cielo, como tu imagen
que me llega quebrada,
al compás de mi suspiro fragmentado:
Tu figura pareciera dibujarse,
tus manos morenas curtidas al solazo,
tus pies cual las raíces del roble que no cae,
tus muslos de rústica madera
y tu boca, con hambre insaciable
de morder mis destellos como sea…
Sobre el lienzo dibujados a grandes trazos
el vigor y el misterio de tus brazos,
cual dos ramas de tu tronco electrizante;
la sombra en fondo bajo
y en la semipenumbra de mi nostalgia;
la luz en la chispa de tu mirada
y en la malicia de tus dientes.
Me llega tu olor a selva explorada;
y en la urgencia de tu virilidad imponente
me atraes a tu regazo, como siempre
piropeándome —no sé, me lo imagino— y de repente
acariciándome —no sé, supongo, creo— otro rato
saboreándome —no sé, yo te figuro— como macho
pronunciando frases que me ponen ardiente.
Tu seducción orgánica, de humedad inclemente
abandona mi boca por lamerme los senos
cuaja al fin en un charco de melaza en mi vientre,
y entra en mi carne firme de nocturno secreto.
Claraboya de candela y guijarro caliente
esa tarde fría de lluvia, de lujuria y de sexo.


Mila. Noche del 22 septiembre 2006