—Qué lo parió. Este bar es más frío de lo que pensaba... Aunque por lo menos no llueve. Esta lluvia... Estoy empapado. Seguro que me voy a agarrar una de esas gripes desmesuradas que les agarran a los viejos. Viejos como éstos. ¿Quién más puede venir a este cafesucho húmedo sino viejos? Ése del diario parece un poco más vivo que los otros. Pero de cualquier forma, esto parece una morgue, no un café. En fin. ¡Lo que faltaba! ¡Me entró agua en la billetera! Le voy a tener que explicar al mozo, yo que no quería hablar con nadie, y menos con alguno de estos cadáveres. Todo por esta lluvia asquerosa. Justo hoy tenía que llover. Y la muy estúpida que llora... seguro pretende que el culpable soy yo, que yo le cago la vida, que yo no la comprendo... “No es tu culpa, Federico...” Se hace la idiota, dice que no llora por mí... ¡Se muere por mí! Ya sabía yo que esto iba a terminar así en cualquier momento; es de esa clase de mujeres que se creen La Maga, o Fermina Daza... Pendejas. Je... Si yo fuera mujer, también sería una infeliz. Pero soy pedazo de hombre, Federico González, y por eso no me importa un pito estar mojado, tiritando y solo en este bar de muertos, mientras ella pisotea mi vida en los charcos.