Según como amanezca
las sonrisas llueven
suavemente sobre los labios
como trigales maduros
esperando reventar en pan
en la dulzura de tu boca.
El amor es la harina
que por la magia del movimiento
se hace vida en la cocina de tu cuerpo.
Esos son los días veloces,
voraces de besos y caricias
sedientos como los verdes
musgos de invierno.
Hay también amaneceres normales,
que detesto.
Texto agregado el 24-01-2004, y leído por 370
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