Murió, pero se dio cuenta después. No supo cuánto tiempo había pasado. Sólo abrió los ojos despacio y se encontró en el centro de una fila de millones de personas, una cifra incalculable de individuos, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, gordos y delgados, dispuestos uno detrás del otro, a sus espaldas y hacia delante. La vista se le perdía intentando descubrir dónde terminaba. Se erguía, en puntillas, se asomaba por los costados para divisar algo. Nada. Sólo toda la gente. Intrigado, le tocó el hombro al tipo del frente, que se volteó. ¿Cuánto tiempo llevas esperando? No sé, respondió. Y, luego de unos segundos de silencio, agregó. De todos modos no importa. La fila nunca termina de avanzar. Cuando llegué hice lo mismo que usted, le pregunté a la mujer que iba adelante mío. Y fíjese. Todavía no me muevo de mi lugar.


joo