Karina, desde que te vi hace ya un par de meses, no te he podido olvidar. Eres la criatura más bella que jamás he visto. Y aunque no tuve el valor de hablarte directamente, averigüé tu nombre, tu dirección y comencé a escribirte a la antigua, por que me pareció más romántico, o sea con lápiz, papel, sobre y estampilla.
Te envié la primera carta en donde te hablaba de tu belleza que ocupaba todas mis horas, de todo el amor que eras capaz de inspirar en mi pobre corazón y de las miles de razones que creía existían para que me dieras una oportunidad… y nada.
La segunda la escribí contándote de los maravillosos planes que contigo había ideado si es que era correspondido. Te hable de la casa, el automóvil, los niños y hasta del perro… y nada.
Te dije entonces en la siguiente lo triste y confundido que estaba, puesto no lograba entender tu negativa a responder, porque para mi era claro que algo sentías por mi. Me lo decían las sonrisas que me regalabas cada vez que en la calle te veía… y nada.
Lo intenté nuevamente y te propuse encontrarnos en algún lugar que tú eligieses para poder dar rienda suelta a este amor que me atormentaba. Porque pensaba que en la intimidad de nuestra soledad serías capaz de vencer la timidez que ya comenzaba a adivinar en ti… y nada.
Herido casi de muerte en mi amor te mande un ultimátum. Sería mi última carta y si no era respondida te prometía por mis padres que me marcharía muy, pero muy lejos, porque esta era la única manera de poder olvidarme de tus ojos y de tu amor de forma definitiva… y nada.

Y ahora que estoy en Groenlandia me entero…

Por qué mierda nadie me dijo que eras rusa y no entiendes nada de español.

M.A.