Palabras ofensivas de parte de sus cercanos era lo que menos deseaba oir aquella mañana, por ello ató los cordones de sus zapatillas, a conciencia dejó las llaves y desapareció tras el brutal portazo. Era fría la mañana asi como lo es el dolor, tal vez caminar sería la mejor forma de despejar un poco su mente. Extraña era la ausencia de personas, quízás por ser domingo las calles estaban más despejadas. Puertas subterraneas y margaritas flotantes, por tratar de describir la compleja escena. Calorcito en las piernas, mira al suelo y ve una ampolleta, un tiron al cable y ambos se elevan. Donde hay miles de cristales luminosos, pero justo el suyo revienta. Cae adquiriendo velocidad con cada latido, hasta hacerse ave, pez, árbol e insecto, cae quedando trizada sobre el pavimento, impactada por el voraz parachoque del camión de basura.