CON UNA CIERTA SOSPECHA… ©
Fragmento III
Cierta sospecha de soledad tenías, Samuel, cuando a las seis y cuarto de todas las tardes te sentabas en la línea que se llevaba el día y extendía la noche como una pesada manta cosida por manos diligentes de modista pobre. Cuanta sospecha de soledad tenías, fuente animal mío, cuando con el cigarro de tabaco bárbaro en la mano te escapabas en un casi para siempre entre las estelas de humo, y volvías silencioso, mirándome desde ese otro lado, con la valentía del que se sabe perdido, abandonado por Dios y por Marx y por los hombres…
Cuanta sospecha de soledad, Samuel, a las seis y cuarto de todas las tardes, de todos los días del mundo… En esa línea exacta en la que el mundo calla y me miras desde otra vida…
Nada más parecido entonces a la soledad, que esas tardes en que mil duendes se acercaban con sigilo al borde de la noche exacta de sus pupilas dolorosamente negras, cuando nadie se entera, cuando el día corre y los hombres de bien vuelven a sus casas y a sus vidas y a sus cosas… cuando nadie se entera…
Pero ahora, más lejos de lo necesario, con el mundo respirándonos en la nuca y halándonos hacia atrás de los cabellos… Presiento esta certeza… presiento la respuesta. Confirmo la maldita certeza de mis presentimientos de antaño. Ahora que soy yo quien se sienta en la línea de las seis y cuarto y anda tus caminos de humo de tabaco bárbaro y mira hacia donde alguna vez miraste, donde alguna vez partieron esas bandadas agrestes, hacia ese sur que nunca será mío, ahora que soy yo quien se pierde….. aquí entre el humo que fue tuyo, y abandonada por Dios y por Marx y por los hombres, presiento con miedo esta certeza….
Aquí, en esta esquina o borde… se dibuja cierta sospecha de soledad…. Cierta, cierta maldita sospecha….
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