Dentro de tres meses Sebastián se va, o eso creí entender, ¿no es verdad?. ¿Me das un chicle? Ah no, de regaliz no me gustan.
Pues es que su hermana vino de visita ayer y le dijo que casi seguro que le iban a poner en libertad condicional en mayo. Cuando me lo contó parecía tan contento que casi me dan ganas de... de cualquier cosa. Apenas dedicó cinco minutos a explicármelo sin mirarme a los ojos. Sí, estaba muy contento con la suerte que tiene él y lo bien que le iba a ir todo a él a partir de ahora. Todos sus pensamientos están fuera: terminar sociología, ver a sus sobrinos de Córdoba y... casarse. Es estúpido, es una fantasía de niñas, de película mala. ¿Casarse con una mujer que todavía no existe? Casarse con un traje del Corte Inglés, un pañuelo en el bolsillo y una peluquera petarda con los dientes salidos a la que nunca enseñará a comer polla sin raspar con el método de ensayo - colleja. Y tener hijos. Darles una educación: enseñarles a no aceptar drogas y mucho menos a ocultarlas en el culo de sus amiguitos a cambio de protección. Eso no se hace. Reservarse la exclusividad en las violaciones con un vaso roto no son formas. Y no se deja morir a alguien de sobredosis para quedarse con su jaco, es egoísta. ¿Lo has entendido Sebastianín? –Creo que sí, papá. –le dirá el angelito mientras se come las patatas del Happy Meal.
El Pulgas hace tiempo que me está rondando. Cuando entró no era nadie y en poco tiempo tiene tres putitas, tres. Bueno, dos, que Miguelín ya no cuenta, el pobre. ¡Ni González tuvo tanto éxito en sus mejores tiempos!. Si se ha enterado de la buena noticia ya se estará relamiendo. ¿Ser la tercera puta del Pulgas? Dicen que es muy comprometido y es un tío que respeta. Con Sebastián siempre se mantuvo a distancia, cada cual por su lado y santas pascuas. Por algo me advirtió Sebastián de que no me acercase al Pulgas. Quería meterme miedo haciendo que me protegía pero en realidad se moría de celos porque el Pulgas si quisiera... De los candidatos que hay desde luego es el menos malo. Lo que pasa es que los tíos del Pulgas son otra cosa, sobre todo el Bonete. Parece que no se entera de nada pero lo que pasó con el Inglés no pudo ser casualidad, deberían mirar a ver. Es un orangután desdentado y con el culo blando, el Bonete. No le haría ni puta gracia que me arrimase al Pulgas, está claro quién sería el favorito entonces. Ya tendría cuidado de no quedarme a solas con el mono ése o acabaría resbalando en las duchas de la manera más tonta. Ay, qué mala suerte, otro que se abre la cabeza. Lo que no sé, y de eso me tengo que enterar, es de si el Pulgas está sano. Bueno, ya da lo mismo, qué bobada.
Ya le jodería al Sebastián verme con el Pulgas si no fuera porque se va. Le jodería vivo porque ahora mismo no le puede ni de coña y Sebastián nunca ha tenido a nadie más que a mí. El único que le besaba sin obligarle, el único que podía verle llorar, el único que le animaba a seguir estudiando porque le veía un tío muy inteligente. Inteligente, le decía, aunque fuera mentira, y que tenía una voz que daba respeto, mentira, y que cuando se ponía, daban ganas de abrazarle de lo pedazo de pan que era. Mentira, todo mentira porque no soportaba ver cómo se odiaba a sí mismo. Nadie más le quería, solo yo, siempre yo. Escapándome o haciéndome el loco entre taller y taller para poder verle un rato más, hablando con todo el mundo para enterarme de quién quería pincharle, aunque me partiesen la cara. Le puse el culo al Bisiesto para que se creyese que tenía poder sobre el Sebastián y que le dejase en paz. Y al Sebastián, ni una palabra, para que no se sintiese herido en el orgullo. Para que no me rechazara porque en realidad era yo, ¡la puta!, la que le estaba protegiendo a él, me preocupaba siempre por él. Yo, y nadie más. Porque Sebastián siempre ha sido un cobarde y un falso y no se fía de nadie y ya nadie se se fía de él. Y con razón, hijo de puta, nadie excepto yo, porque pensaba que en mí sí confiaba, que me necesitaba de verdad, que era como sus pulmones, que sin mí se iba a pudrir. Y cuando se quisiera dar cuenta, ya se habría enamorado. Eso pensaba. Qué romántico, ¿no?. Sí, es para reírse, ya lo sé.
Siempre le he importado una mierda. No se ha enterado de nada de lo que he hecho por él y si se ha enterado lo ha pasado por alto porque bastante tiene él con sus problemas y con lamentarse de lo solo que se siente aquí dentro. ¡Pero hijo de puta!, ¡todos estamos jodidos!, ¡mucho más jodidos que tú, que no nos están pagando abogados ni nos vienen a visitar todas las semanas!. Si no se le echaron encima es porque fuera de aquí, él es alguien. Aquí dentro es un mierda. Así de claro, no vale un puto duro, un mierda. Ganas no faltan, si se hubiera quedado un tiempo más le hubieran cortado los huevos y yo me habría arrimado al Pulgas sin pensarlo dos veces.
El otro día me fijé: da miedo lo que le cuelga al Pulgas. No sé si luego engaña, a lo mejor no es para tanto. Desde luego, es mucho más grande que la del Sebastián aunque se le tuerce. La de veces que le habré dicho al Sebastián que la tiene muy bien, que si fuera un poco más grande me mataría. Claro, no se lo cree y tengo que repetírselo cientos de veces como si fuera el padrenuestro, pero jadeando, para que parezca natural. Mire: así de pequeñito tiene el cacahuete, así. Para no ponerle en evidencia, nunca me la saco si estoy empalmado, que casi nunca me pongo empalmado y si algún día me pongo, me aguanto y me pajeo aparte. Todo con tal de no hacer sentir mal al machote de Sebastián, que bastante tiene con no durar más de dos minutos. La verdad es que para mí es cómodo porque casi ni me entero. Son más las molestias de desplazamiento que otra cosa. Ya puede la peluquera buscarse un amante o no volverá a sentir un orgasmo en tres años.
No sé porqué me fui con él. Ni siquiera es un tío que digas: joder, qué morbo. Nada, de lo más normal. Ni impone mucho. Es ancho de espaldas, eso sí, pero también de culo y más bajo que yo. Podría haber elegido al Víctor, que hace pesas todos los días y tiene cuerpo de calendario. Lo que pasa es que el Víctor es un amargado, parece que te quita el sol y las ganas de vivir. Cuando me follaba lo único que me decía era que abriese más el culo. También me follaba al principio el Monti, el que tiene cara de rumano, bastante guapo. Te trata como si te fueras a romper, ¿sabes?. En principio está bien porque ponía cuidado en no hacer daño y pedía permiso, cosa absurda porque no me dejaba hablar. Tampoco podía dejarme barba, ni tocarme la polla, ni quería verme a la luz del día. Supongo que prefería imaginar. Me acabé aburriendo. Sebastián no tenía malos rollos. Al principio le veía guapo, todo sonrisas y bromas. Le parecía una aventura increíble poder follar con un chico cuando quisiera y que además estuviera bien visto. Hasta me dedicaba miradas a la hora de comer, cómo diciendo: tu y yo, ¿vale?. Creía que la vida aquí no le afectaba en absoluto, tenía los modales de un panadero cachondo que habla con toda la clientela, como si estuviéramos en una barbacoa, hasta a vosotros os caía bien. Parecía tan resistente a la mierda, como si se hubiera propuesto ser feliz a toda costa. Y yo creía que me había elegido a mí. Vamos a engañarnos juntos. Tú y yo, los dos vamos a pasarlo bien.
Luego empezó a tocar los cojones a todo el personal con la excusa de que aquí todo el mundo va a joderte y es mejor joder primero. Se le cruzaron los cables, pensaba que un señor con títulos y acostumbrado a viajar por el mundo no tenía porqué soportar las humillaciones de esta escoria sin salida. Sí, él se veía como un señorito, pero qué bien se adaptó a la escoria y a petar el culo de un maricón. Lo peor no fue lo del jaco ni amenazarme a mí. Lo peor fue cuando pegó el chivatazo a cambio de unos días de permiso. Ahí si que no, Sebastián. Eso no se hace por muy cabrones que sean y más cuando te has convertido en el más cabronazo de todos. Les robas el jaco, lo cambias delante de sus narices y encima acusas al moro muerto y a los suyos. De nada le valieron sus chistecitos y eso de ir de buen rollo con todo el mundo como si fueran sus amigos. Está crucificado desde entonces, es imposible guardar esos secretos, ya sabéis.
Como tiene la familia que tiene y sin cargos para más de cuatro años, los demás se aguantan las ganas de darle la puntilla y le miran rechinando los dientes. Pero el imbécil de Sebastián, ni se entera. Claro, de rebote van a por mí creyendo que a Sebastián le importa que me metan arena por el culo entre otras cosas. Bueno, sí le importa, porque entonces tiene que conformarse con las mamadas cuando vuelvo de enfermería. Ahora no se meten tanto conmigo pero hace meses discutimos por esto. Le dije al Sebastián que para qué era su puta si no era capaz de plantar cara a los moros y al Bisiesto para que me dejasen en paz, que muerto no hacía tan bien las mamadas. Me respondió que lo tenía merecido por hacer tratos con ellos sin consultárselo antes, que cómo siguiera en ese plan, se buscaría otro culo más cerrado para esconder cosas. Maldito hijo de puta. ¿Cómo pude llegar a ser tan gilipollas?, ¿porqué no dejé que se consumiera solo con su mierda?.
Se va en mayo, mucho antes de lo que esperaba. Ha pagado su deuda y va a integrarse con la sociedad, ¿no?. Correrá como un loco a ser feliz con la peluquera y criará unos hijos bien hermosos. La parejita, niño y niña, en tres años. En tres años, calcula él. Con su buena estrella todo le irá bien, dice. Gilipollas.
Así que recuerda: quiero que lo hagáis justo tres años después del día que Sebastián se largue. Si no es así, un amigo o amiga presentará a la guardia civil una carta donde desmiento la nota suicida y donde te acuso a ti y solo a ti de lo que le habéis hecho al pobre Miguelín, ¿de acuerdo?. Y en la carta va un trozo de Miguelín, de la cabeza, para que sirva de prueba. Así que más os vale tener palabra. ¿Lo flipas? Fue fácil sacarlo de aquí pero no os diré cómo.
Bueno, agente, gracias por escucharme. Necesito dormir. |