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4 y final
Julián abrió sus ojos desmesuradamente. Si no se le ocurría algo en los próximos segundos, debería considerarse como uno más de aquellos cadáveres que dormían el sueño eterno. Recordó que había visto una película en que uno de los personajes se encontraba en su misma encrucijada y que lo había resuelto todo así… Y tomando un puñado de tierra, lo arrojó al rostro del asesino. Sintió la sibilina descarga que pasó rozando su cabeza y con agilidad inusual, trepó la fosa y se abalanzó sobre el tipo. Cuando ambos forcejeaban en el piso, hizo su aparición un gendarme, quien efectuó un disparo al aire.
-Todo ha terminado señor Julián-dijo el policía.
Julián lo contempló con mirada extraviada. Nada de lo que sucedía ahora tenía sentido. Los otros policías registraban la escena y multitud de focos iluminaron la espantosa escena.
-¿Ccree...usted que ya no tengo nada que temer?
El policía negó con su cabeza y lo contempló con expresión indefinida. Todo estaba resuelto y ahora era necesario apresar al asesino.
-Suba a ese coche, por favor. Usted estará bien.
-El cadáver pertenece a Marina Cock. Muy ingenioso ocultarlo en otra tumba- dijo uno de los policías.
Julián sintió una descarga en su cerebro. ¡Ese era el nombre de su ex novia! Algo terrible había ocurrido, algo que le comenzaba a estorbar en el pensamiento.
-Es algo muy doloroso contemplar el cadáver de alguien asesinado- dijo el policía. Nosotros vemos eso a cada instante pero ¿Qué sentirá el criminal cuando va segando esa vida?
El policía lo miraba con fijeza. Esto tardaba demasiado. Le hubiera gustado estar ya en su casa, cómodo, leyendo esos fascinantes reportajes sobre crímenes inusuales. Pero sentía la mirada de ese hombre, fija y acusadora.
No existe el crimen perfecto.- continuó diciendo el policía- Si existiera, el asesino debería prescindir de su vanidad, de ese algo indefinible que lo impulsa a fanfarronear con sus obras maestras. Esa es la hebra que nosotros siempre buscamos y créame señor, siempre la encontramos.
Julián se acurrucó en su asiento y no dijo nada. Permaneció mudo mientras el automóvil avanzaba. Su mente iba tratando de desentrañar la madeja. Supo entonces que el tipo del enorme abrigo había sido el verdadero asesino. Un ser tan repulsivo que se había escapado en las sombras de la noche o acaso se había escondido en los escondrijos de su mente. Desde allí, seguramente, continuaría alardeando de ese crimen perfecto que hubiera sido tal a no ser porque le ordenó a Julián desentrañarlo. ¿Habría justicia para -aquel deleznable delito? Ya habría tiempo para saberlo, él y el rufian, ambos dialogando por muchos años en la misma celda…
F I N
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Texto agregado el 21-09-2006, y leído por 281
visitantes. (2 votos)
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Lectores Opinan |
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25-09-2006 |
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Genial gui!! un caso de doble personalidad, la locura de un asesino. Me gustó muchísimo, buen final. Besos y estrellas. Magda Gmmagdalena |
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24-09-2006 |
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Extraño final... bastante críptico. Y reflexiono... y me pregunto: ¿estamos seguros de que nadie se ha escondido en algún escondrijo de nuestra mente? Mis estrellas para Gui. Anua |
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