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La voz del tipo poseía raras inflexiones y era como si estuviera empeñado en disfrazar su verdadero acento. A todas luces, aquello era un ocultamiento, lo que incentivó a Julián a saber mucho más de ese individuo. Bajo el sombrero y con las solapas del abrigo levantadas, el rostro de aquel hombre era un misterio absoluto.
-“…y mi victima exhalo su último suspiro e incluso tuve el privilegio de contemplar sus pupilas empañadas por el velo de la muerte, mirándome con amor infinito. ¿No le parece genial que ella se fuera al otro mundo bendiciéndome?”
Julián tragó saliva y en primera instancia le pareció estar frente a un ser que fabulaba en demasía. Todo lo que le contaba era demasiado espectacular. Aquellos detalles, de ser ciertos, se prestaban para escribir una novela que de seguro sería un éxito de ventas. Es que las piezas calzaban a la perfección. Había detrás de aquella mente un loco desatado o un criminal de talento rayano en la genialidad. Lo más probable es que –de ser todo eso cierto- se tratara de una mezcla de ambas cosas.
La disyuntiva ahora era saber si sería capaz de transcribir todo aquello. Sabía que la policía tenía buen olfato y que de caer en sus manos dicho relato, corría el serio riesgo de ser acosado por ellos para que les diera a conocer el paradero de aquel asesino. En el peor de los casos, podría ser acusado de complicidad y con ello, ganarse gratuitamente unos días de pesadilla. Todo aquello, condicionado a que lo relatado por el extraño personaje fuese cierto en todos sus términos.
Transcurrieron dos largas semanas en las que Julián se debatía en la indecisión. La página había tomado fuerza poco a poco y los lectores crecían cada día. No era algo espectacular, en todo caso, pero estaba muy contento de saber que su idea original había por fin encontrado mediana respuesta. Aún así, no se atrevió a colgar aquella brillantísima confesión más que nada por las aprensiones que lo asediaban.
Esa noche, mientras revisaba un interesante material que subiría a la página, sonó el teléfono. Julián saltó ante el inesperado sonido y se preguntó quien sería. El no tenía amigos, sus padres se encontraban en el extranjero y su novia, su queridísima novia, lo había dejado plantado dos días antes de su matrimonio. ¿Quién era entonces el que llamaba?
La voz sonó seca e impactante. Reconoció las extrañas inflexiones y sus manos comenzaron a temblar inexplicablemente.
-¿Es usted?-preguntó con voz tímida.
-Soy yo, por supuesto. Quisiera saber porque diablos no ha publicado mi relato. ¿Es que acaso teme que yo esté mintiendo? ¿Eso es lo que usted cree?
-A decir verdad…
-Me sobrecoge su escepticismo. ¿Cree usted que me habría tomado la molestia de invitarlo personalmente para confesarle una sarta de mentiras?
-No, no…no es eso.
-Vamos por parte. ¿Quiere usted que yo sea más convincente?
Julián nada dijo. Sintió que sus entrañas comenzaban a retorcerse con alocado ritmo.
-Pues bien. Lo espero esta noche en el mismo sitio. Está demás que le pida reserva.
La llamada se cortó abruptamente...
(Continúa)
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