Please! Do not disturb (Adelante si quieres, porque yo si)
El tiempo ha pasado, creo. Ha corrido, supongo. No me fijo en esas cosas. Considero que hay asuntos más importantes que atender. No miro el reloj. No me detengo en nimiedades. Por eso mi eterno rostro de niño que no rompe un plato, de niño con las rodillas raspadas, de niño que sólo ha besado su reflejo en el espejo. Por eso no me apuro en el amor, aunque debería.
¿Por qué tenías que tocar la puerta ahora que estoy tan ocupado intentando huir del acero de la navaja? ¿Por qué tenías que devorar mi boca como fiera hambrienta a mitad de un eclipse de luna? ¿Por qué dejaste tus labios invernando en mi ombligo y tus dedos vagando en mi piel? ¿Por qué ahora cuando me había resignado a las tragedias griegas, a las vueltas de tortilla y al nunca jamás? Tal vez para retozar sobre mi escritorio lleno de asuntos pendientes, que no es mala idea. Tal vez para demostrarme que soy más que un sobreviviente de principios de siglo, si, me hace falta. Tal vez para susurrarme al oído que disfrutas mi pancita llena de rizos y mis piernas de atleta pasado de tono, adoro tus gustos. Tal vez para restregarme en la cara que es posible el sexo sin amor, eh... pero no puedo sabes. Estoy viejo. Soy un estúpido. Me enamoro fácil, me basta una mirada como la tuya. Pocas han sido las almas que resisten la estadía en este pequeño apartamento que es mi corazón. Y ese es el verdadero problema, a estas alturas con tan escasa experiencia en el amor, ese es el verdadero problema, no soportaría una negativa (que cada vez duelen más) como respuesta, creo que ya han sido suficientes. Ganas no me faltaron de mandar todo a la mierda, de incinerar el miedo en la quinta paila del infierno, de improvisar una barricada ante la puerta de la oficina y evitar tu partida en ese mediodía descarrilado. Ganas no me faltaron de traspasar el umbral de “un poquito más que amigos” e instalarme en tu sofá, ante tu chimenea, con el derecho de inquilino indeleble. Ganas no me faltaron de seguir lamiéndote hasta arrancarte las pecas, de escucharte decir que nada te haría más feliz que despertar tarde a mi lado los domingos. Ves, es sexo… sexo con amor. Siempre me pasa.
Gracias por la interrupción, no le pares al aviso. Gracias por quedarte a enseñarme que un buen beso (como sólo sabes besar vos) es el mejor pretexto para dejar de lado los “nunca jamás”. A ver si la próxima te dejo escapar tan fácil de la oficina, porque en mi pequeño apartamento ya te acomodaste.
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