Aprendí el lenguaje del helecho,
tartamudo verde de palabras largas,
con su penumbra tibia,
acogedor portero de mi casa
Se arrimaba al sol sin prepotencias
Me saludaba a diario, confidente,
comprendía mis treguas, simplemente
Aprendí el lenguaje del helecho,
disfruté su tersura de serrucho,
en sus raíces compactas
descubrí su corazón frutoso
Aprendí el lenguaje del helecho
y sé que él supo del mío,
de mis desorientadas mañanas,
de los cobradores y sus palabras raras
Por eso lloré cuando el actuario
desparramó su cuna colgante
en el lote humillante del embargo
Lo ví aletear en treinta y cinco espacios
Lo ví despedirse del portal, sin acusarme,
comprendiendo mi desnudez escriturada
Helecho marginado del sol hasta el remate,
llegando triste, amarillo y amputado,
para que alguien, por dos centavos,
procediera a borrarlo de inventarios
Nunca más he podido
conversar con los helechos
Desde que falleció mi amigo,
por solemne hipoteca ejecutado |