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Aurora, mujer picarona, de risa estridente y estampa que provocaba inmediato respeto. Era una auxiliar de enfermería de un consultorio periférico. Nada la arredraba, era valiente y tenaz y entre bromas atendía a su público. La gente la apreciaba por todo lo que ella significaba, así que cuando se supo que un terrible cáncer comenzaba a minar su fortaleza, muchos lloraron porque sabían que, en el fondo, se iban a quedar un poco huérfanos.

Ya no se escuchan sus gritos, sus lamentos,
quedaron esculpidos en las sombras,
en el recuerdo,
sus manos, resignadas ya, se abandonaron,
no quedaban fuerzas para retener la vida.

Aurora, su nombre era promesa,
era mañana, era comienzo, era la luz,
la vestimenta pulcra del día que se inicia,
la cantarina melodía de las aves.


Todos se unieron en oración para que el cruel mal cejara en su devastadora empresa y no le robara el aliento a esa buena mujer.

Aurora, como su nombre, ella era mañana
y su risa era promesa, era comienzo,
era bandada de aves en alegre juego
¿Podría presagiarse su tan triste sino?

La mañana alegre de su existencia
crecía y crecía para transformarse en tarde,
la noche era lejana, no se teñía
ni en el futuro ni en algún presentimiento,
mientras tanto, ella reía
reía alegre en la tarde de su vida.

Súbitamente cayó el crepúsculo,
un ocaso oscuro, denso, aciago,
tinieblas de muerte rodearon la tarde,
no eran peregrinas, venían a quedarse.


Nos recibía con una sonrisa en sus pálidos labios. Al parecer, la muerte no lograba intimidarla, había perdido ya su cabello, producto del invasivo tratamiento. Las palabras que se escapaban de sus labios, estaban revestidas de una triste ironía. A nosotros se nos descomponía el ánimo saber que en esa ironía se ocultaba burlona una tremenda incertidumbre ante lo que parecía un inminente desenlace.

Crueles dagas hirieron sus entrañas
la aurora moría, moría simplemente,
detrás de tanta noche, detrás de tanta sombra,
no puede existir otro día, no puede, se decía
y una sonrisa triste acompañaba su lamento.


Dicen, los que la vieron al final de sus días, que pronto perdió toda conexión con la realidad. Acaso fue una concesión de sus dioses para hacerle llevaderos los últimos momentos.

En aquella larga noche, su última noche
pidió licencia a los cielos por otra aurora,
trató de arañar el aire, ella era vida
y la vida no se acaba así tan fácil,
los puñales herían cada vez más hondo
socavando sus fuerzas y su resistencia.

Las tinieblas se abovedaron en su pieza,
sarcófago de noche sin estrellas,
otra mañana pido, suplicó doliente,
una mañana larga y sin sufrimiento,
una jornada de luces para el recuerdo,
y los cuchillos herían y socavaban,
la noche cerraba su última puerta.


Al final, alejada de todo, se fue sumiendo en una nebulosa que se la fue tragando de a poco o a lo mejor fuimos nosotros los que nos perdimos en esa niebla y fuimos también nosotros los que nos transformamos en nada. Total ¿Qué importaba? Ella ya se había ido de nuestro lado con sus campanas y sus risas estruendosas que eran el mejor bálsamo para esos enfermos que acudían a verla.

Aurora, tu nombre hoy es recuerdo
y tu risa cantarina tiene ecos de silencio,
perdiste tu batalla, triunfó la noche,
tus manos exangües se hundieron contigo
y una sombra pétrea se moldeó en tu cuerpo.

Tu nombre es recuerdo y es imagen,
fotografía dormida, como en un sueño,
interrumpido vuelo, océano sin olas,
en tu otra parte de vida late un misterio.

Aurora, la noche de dagas te cubre por completo
pero aún escarbamos en ella nuestra desazón
tras noche tan negra ¿puede nacer otro día?
tras la muerte eterna ¿tu otra parte de vida?..














Texto agregado el 20-09-2006, y leído por 264 visitantes. (1 voto)


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