Le era difícil empezar a caminar luego del accidente que tuviera diez años atrás, sobre todo caminar con piernas de metal, eso no era lo que había soñado, pero, caminar, en ese momento y delante de toda su familia, amigos, doctores, etc., se le hacía difícil, pero, dio un paso, luego el otro ante el aplauso y las lágrimas de toda la gente que había acudido a verle... Si supieran, pensaba nuestro amigo. Ya se había sentado en una silla, la misma silla de ruedas de hace diez años y que ahora le esperaba como su vieja compañera. La tocaba como quien toca a una anciana y miraba sus nuevas piernas. El futuro, pensó. Pidió a sus amigos que deseaba quedarse solo, y que por favor lo llevaran al baño, deseaba bañarse. Le llevaron al interior de la casa y entró al baño. Se desnudó, se quitó las prótesis, dejó a un lado la silla de ruedas y como una lombriz se arrastró hasta entrar en la tina llena de agua con espuma de jabón. Se sentía relajado, como antes, como cuando jugaba con sus juguetes en el baño, pero ya no era un niño, ya era un muchacho de más de treinta años. Cerró los ojos y se sumergió dentro del agua de la tina... Es ridículo, pensó. No deseo seguir con todo esto, ser una pena andando sobre piernas de metal, es ridículo, pero es mi realidad... Miraba al techo del baño y vio en una esquina una araña que bajaba y subía por su telaraña. Vio cómo cogía a una mosca atrapada. Luego se hizo un ovillo y no entendió cómo, pero todo despareció en uno de los rincones del cuarto. Sonó la puerta. Era su padre que le decía que debía despedirse de sus familiares. No tengo ganas, padre, respondió. Lo sintió apesadumbrado, parado en la puerta sin saber qué hacer. Luego, lo vio suspirar y enseguida escuchó sus pasos que se alejaban hacia la sala de la casa... Salió de la tina y empezó a observar sus muñones. Recordó la guerra, los amigos, la muerte, el sonido infernal de lluvia de balas que unas reventaban las cabezas de sus amigos y otras se incrustaban en la tierra en que estaba enterrado... El sabía que era un cobarde, quizá por eso es que, ante una caída inminente, se levantó y hablando en alemán, el idioma que aprendiera de niño, diciendo que todos sus compañeros se rendían. Salieron todos los alemanes y sus amigos continuaron escondidos, un rato más, los suficientes como para reventar a todos los alemanes... Fue un héroe casual. Sus amigos le llamaron valiente, pero, no terminaban de vitorearlo cuando les cayó una granada en medio de ellos, reventándolos como bolas de arena húmeda... Allí se quedó sin piernas. Sus amigos, murieron todos. Lo regresaron, le dieron los honores, una silla de ruedas, y un par de piernas elaboradas luego de diez años de depresión total, encerrado como un hongo en su cuarto, dedicándose a tomar, y tomar como si la sed fuera de alcohol y no de paz con uno mismo. El tiempo pasó y fue seleccionado como héroe voluntario para conseguir dos piernas, luego de pasar un riguroso examen... Todo lo pasó, y ahora, ya con sus piernas, sentía que todo era un error, que el no deseaba esas piernas, lo que el anhelaba era morir, morir en aquel campo de guerra, por lo que miró el lugar en que se hallaba. Vio la luna del segundo piso, y fue a tirarse como la salida por la puerta de la vida... Se tiró y no murió. Quedó con el cerebro dañado. Soñaba que estaba jugando con sus padres en una playa hermosa, con sol y con todos sus juguetes de guerra. Soñaba mientras una enfermera le bañaba...
San isidro, septiembre de 2006
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