La “batalla de Tucumán”, tal como se la describe en los textos de historia argentina, habría representado un hito importante en el desarrollo de la guerra independentista y, además, habría constituido el principal mérito de la carrera al procerato de parte de Manuel Belgrano, junto al eminente rol que le sería asignado por la posteridad como creador de la enseña patria. A favor del aserto, los historiadores consideran que la trascendencia del referido hecho de armas radica en que cortó la avanzada del ejército español, el cual, de lo contrario, hubiera estado en condiciones de apoderarse del centro del país e, incluso, de continuar hasta las puertas mismas de la Capital, poniendo en severo riesgo la incipiente revolución.
Así lo entendió el Triunvirato, máxima autoridad de entonces que, luego de enterarse del resultado del combate ocurrido a más de mil kilómetros de distancia, ordenó la concesión de honores y premios a los gestores de la victoria. No obstante este reconocimiento público, el malestar de la población contra el gobierno porteño iba en aumento, dado que se rumoreaba que había ordenado a Belgrano, antes de la batalla, emprender la retirada a Córdoba para evitar pérdidas en hombres y pertrechos. El clima político, enrarecido por la mezcla de euforia triunfalista y de descontento popular por las medidas tomadas, fue aprovechado por los militares con mando de tropas en Buenos Aires –Francisco Ortiz de Ocampo (Arribeños) y José de San Martín (Granaderos a Caballo)- para provocar el 8 de octubre un golpe de Estado (el primero de una larga serie) que derrocó a los triunviros e instaló en su lugar un nuevo gobierno que entró en la historia con el nombre de Segundo Triunvirato.
Sesenta y un años después (más precisamente, el 24 de septiembre de 1873), con motivo de celebrarse un aniversario de la batalla de Tucumán, se inauguró la monumental estatua ecuestre de Belgrano emplazada en la Plaza de Mayo de la capital de la república. En dicha oportunidad, Domingo Faustino Sarmiento, en ejercicio de la presidencia, y Bartolomé Mitre, ex presidente y principal biógrafo de Belgrano, pronunciaron sendos discursos ensalzando las virtudes del homenajeado, destacando, además, la importancia que le conferían al combate, considerado un acontecimiento relevante en la historia de la emancipación argentina.
Ya en el siglo XXI, en septiembre de 2005, con el inequívoco título de "Recrearon batalla definitoria", la prensa dio cuenta de los actos conmemorativos de un nuevo aniversario, organizados por el Ejército Argentino y el gobierno tucumano. La nota periodística, además de describir el evento recordatorio, del que habían participado oficiales de la fuerza, destacamentos de soldados y fanfarrias militares, y que, además, contó con la presencia de numeroso público, terminaba diciendo que la batalla había sido “una victoria clave para la historia de la independencia argentina y las campañas liberadoras de Chile y Perú".
Sin embargo, nada de eso es verdad.
En primer lugar porque, en términos militares, la denominada “batalla de Tucumán” consistió en un enfrentamiento con una avanzada del ejército realista y no con el grueso del mismo, lo cual ocurrirá pocos meses después en Vilcapugio y Ayohuma, donde las tropas patriotas al mando de Belgrano serán aplastadas de manera rotunda. Es así que, mientras que en Tucumán chocaron alrededor de 4.000 efectivos, sumados ambos bandos, en Ayohuma habría intervenido por lo menos el doble, dejando un tendal de heridos, muertos y prisioneros. Tratándose -el de Tucumán- de un combate enredado, parejo y de incierto final, Belgrano lo dio por ganado cuando sus vigías le informaron que los realistas se retiraban sin tomar la ciudad aledaña, actitud que se interpretó como una victoria aunque también pudo tratarse de una táctica del enemigo, si se considera lo que sucedió después.
Las posteriores derrotas que sufrió el Ejército del Norte, inferidas en genuinos campos de batalla y no en escaramuzas mantenidas en los suburbios de ciudades como Tucumán y Salta, fueron ciertamente definitorias, claro que en sentido inverso a lo que plantea la “historia oficial”. Allí se selló la secesión de las provincias del Alto Perú y se puso en evidencia la necesidad de recurrir a la estrategia sanmartiniana de abandonar dicho camino y de atacar al enemigo cruzando los Andes, de modo de liberar Chile y, luego, proceder a invadir el Virreinato del Perú desde el mar.
En todo caso, conviene aclarar que, si bien es cierto que se contuvo el avance del ejército realista proveniente del noroeste del subcontinente americano, el mérito principal correspondió al hostigamiento permanente al que fueron sometidos los españoles por parte de la guerra de guerrillas que planteó Martín Güemes y sus gauchos alzados en armas. Por su parte, el gobierno realista de Lima, que conducía las operaciones militares en el Alto Perú, quedó prácticamente inmovilizado debido a las disidencias internas existentes entre los absolutistas tradicionales que reportaban al rey Fernando VII y los liberales que acataban la nueva Constitución de Cádiz, conflicto que habría de extenderse hasta bien entrada la década del ´20 cuando los ejércitos libertadores, de San Martín, primero, y de Bolívar y Sucre, a continuación, atacaron el corazón del virreinato.
En segundo lugar, cabe señalar que los pueblos del Altiplano fueron, en general, hostiles a la campaña independentista, dado que consideraban que no tenía sentido liberarse del yugo colonial para encadenarse al dominio centralista porteño. Por ello, el ejército que enfrentó Belgrano en la región puede calificarse de "realista" pero no de "español", al punto que sus comandantes -Goyeneche y Tristán- eran tan criollos como los nuestros y la mayoría de sus soldados, muchos de ellos reclutados entre las tribus indígenas de la región, también lo eran. Esto quiere decir que, mientras que para el Río de la Plata la batalla de Tucumán fue una victoria enmarcada en la gesta emancipadora (y así se festejó), para los norteños se trató de un choque preliminar de la guerra civil en ciernes entre “el interior” y Buenos Aires que habría de desarrollarse en los años siguientes.
En tercer lugar, la ponderación desmedida de las batallas de Tucumán y Salta fue un artilugio del historiador Bartolomé Mitre para que su biografiado, Manuel Belgrano, no quedara tan mal parado en el balance de la campaña del Ejército del Norte, cuando éste estuvo bajo su mando. Para ello, Mitre agrandó los modestos resultados de Salta y Tucumán para presentarlos “empatando” con las derrotas que sufrió en Vilcapugio y Ayohuma, perfomance negativa que habría que sumar al anterior desempeño desastroso, tanto en lo político como en lo militar, que culminó con el alejamiento del Paraguay de la órbita rioplatense.
Bartolomé Mitre publicó en 1858 su “Historia de Belgrano y de la independencia argentina”, en la que se basó buena parte de la historiografía subsiguiente, cuando era ministro político del Estado bonaerense, a la sazón escindido de la Confederación argentina. En este singular contexto institucional, el escritor y mandatario quiso demostrar que Manuel Belgrano, en su calidad de hijo dilecto de Buenos Aires, había sido el factor clave en la guerra independentista, mérito del cual él mismo se sentía heredero y que hacía extensivo a su provincia, por entonces en conflicto con el resto de la nación. Este enfoque de la historia que, con variantes, ha llegado hasta nuestros días, llevó a Juan Bautista Alberdi a sostener, con relación a los juicios de valor sobre Belgrano, que “de su estatua [Mitre y Sarmiento] hacen su pedestal, y no se paran en ella sino para hacerse visibles”.
Cuando 30 años después, Mitre dio a conocer su “Historia de San Martín y de la emancipación americana” (1887), se propuso convertir al héroe biografiado en “Padre de la Patria” y, por ende, dada la condición de militar profesional en la que revistaba San Martín, deducir de allí que la cuna de la nacionalidad fue la campaña bélica emprendida por éste en contra del poder colonial. De dicha manera, Mitre obtuvo dos resultados complementarios: por un lado, convalidó su propia actuación militar en Pavón (1860) y en la Guerra del Paraguay (1865-70), la que había sido muy cuestionada por sus adversarios del interior del país; por el otro, instaló a las Fuerzas Armadas y a Buenos Aires como artífices de la organización nacional. Ambas lecturas de la epopeya sanmartiniana fueron funcionales a su proyecto político de reunificar el país bajo la hegemonía porteña, utilizando, con dicho fin, al ejército de línea.
En este aspecto, Alberdi, al denunciar el militarismo implícito que surge de los textos que privilegian la historia bélica sobre los demás acontecimientos y circunstancias que conforman el pasado, remata su aguda apreciación diciendo que “de la guerra es nacido el gobierno de la espada, el gobierno militar, el gobierno del ejército”. Cabe señalar que la interpretación mitrista, que privilegia el rol de los uniformados en la historia, se profundizó luego del golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930, protagonizado por cadetes del Colegio Militar comandados por un puñado de oficiales del Ejército.
La conmemoración de efemérides militares que realizan, tanto los equipos gobernantes como los establecimientos educativos argentinos, algunas de las cuales –como la que rememora la “batalla de Tucumán”- refieren a acontecimientos de discutible trascendencia, no es, entonces, resultado de la genuina importancia atribuible a los hechos históricos en sí mismos, sino que, en realidad, provienen de la forma en que nos ha sido narrada la historia con determinada intencionalidad política, sea ésta circunstancial o perdurable.
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GRAGEAS HISTORIOGRÁFICAS
Hechos Extravagantes y Falacias de la Historia
Año IV – N° 36
Elaboradas por Gustavo Ernesto Demarchi, contando con el asesoramiento literario de Graciela Ernesta Krapacher, mientras que la tarea de investigación fue desarrollada en base a la siguiente bibliografía:
· Alberdi, Juan Bautista: “Grandes y pequeños hombres del Plata”; Plus Ultra, Bs.As., 1991.
· Ámbito Financiero: “Recrearon batalla definitoria”; Bs.As., 26-09-05.
· Demarchi, Gustavo E.: “La Batalla de Tucumán no definió nada importante”; Ámbito Financiero, 14-10-05.
· García Hamilton, José Ignacio: “Cuyano alborotador”; Sudamericana, Bs.As., 2001.
· Halperín Donghi, Tulio: “De la revolución de independencia a la confederación rosista”; Paidós, Bs.As.,1972.
· Kohan, Martín: “Narrar a San Martín”; Adriana Hidalgo Editora, Bs.As., 2005.
· Luna, Félix y otros: “Bartolomé Mitre”; Planeta, Bs.As., 1999.
· Mitre, Bartolomé: “Historia de Belgrano y de la independencia argentina”; Eudeba, Bs.As., 1967.
· Mitre, Bartolomé: “Historia de San Martín” (selección); Cedal, 1970.
· Nevares, Guillermo de: “Cómo se desintegró el Virreinato del Río de la Plata”; Plus Ultra, Bs.As., 1987.
· Romero, Luis A. y otros: “La Argentina en la escuela”; Siglo XXI, Avellaneda, 2004.
· Rosa, José María: “La guerra del Paraguay”; Hyspamerica, Bs.As., 1986.
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