A mi amiga Mariana, y a su Dios, con la secreta esperanza de que alguno de los dos exista.
Los diablos siempre se aparecen en los bares.
Florián lo miró dos o tres veces, después de sospechar de la ginebra y pensar en una broma del ciego, un cantinero al que le gustaba bastante la chacota.
Por supuesto, el ciego no lo veía, no porque fuera ciego, ya que su apodo no tenía nada que ver con una incapacidad física sino con su mala puntería al momento de servir los vasos.
.- Soy el malo, y tengo una propuesta para hacerle.
- ¿Y porque debo creerle? le replicó Froilán, que a esa altura ya no compraba buzones, a lo sumo los alquilaba.
.- Hace rato que lo sigo, ¿recuerda el nombre de las últimas dos mujeres a las que amó?
Lucia y Fernanda, lucy y fer … lucyfer. Era él.
- ¿Donde le firmo, porque hay que firmar no?
El diablo desconfía de semejante entrega, no le ha preguntado cual era la oferta, aunque descuenta que el muchacho conoce que el precio es su alma.
.- ¿No quiere saber lo que le ofrezco?
No hace falta, si en verdad Usted es el demonio, sin dudas querrá mi alma. Entonces lo que me ofrece es muchísimo más de lo que tengo.
He visto a la muerte llevarse a mis amigos, y me he sumergido en las noches de soledad y alcohol.
Tal vez, como le han dicho a Macedonio, me suicidé y ya no lo recuerdo.
Sé que me esperan la nada y el olvido, que al final de cuentas son peor que el mismo infierno.
Ningún dios se ha acercado a hablarme, así que si usted me quiere, soy suyo.
Se quedó el diablo pensativo y le pidió a Florián que le invitara alguna copa.
Charlaron durante toda la noche, el diablo le contaba sus andanzas y las carcajadas restallaban por todo el salón.
Al amanecer, el malo se despide con un abrazo.
- ¿No me lleva?, pregunta Florián.
.- No pibe, -respondió- tengo prohibido hacer el bien.
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