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Estaba atravesando la angosta galería, que separa el gran salón de las joyas preciosas, de excepcional tonalidad zafiro intenso, de paredes revestidas de brillantes metales y piso alfombrado por gemas jamás vistas por ojo humano a la cual visitaba solo en raras ocasiones, aburrido ya de siglos y siglos de comulgar con tanta riqueza y que utilizaba apenas para extraviar a seres de poca moral, y la amplia cocina, increíblemente de un blanco sacro, cuando comenzó a escuchar la noticia. En un momento se asombró. Sin dejar de atender a su pequeña radio, quitó de las llamas la olla de bronce de unas 500 toneladas que suele utilizar en las Grandes Festividades de mediados de año, gran momento en el cual recibe a los pequeños pusilánimes para el banquete de bienvenida, y puso a calentar la pava pa´ l mate. Luego atizó un poco el fuego. Sentado, absolutamente solo, en el diminuto banquillo de mimbre, siguió atento el relato locutorio: “...completamente desnuda, aunque solo la mitad inferior de su cuerpo, la parte superior, fue encontrada en el baño posterior de la casa, enclavada contra la pared de la bañera, los brazos, en forma transversal, pero en sentido contrario, también sostenidos por gruesos clavos, unidos al tronco por un alambre que acercaba el medio metro de distancia entre ellos y los omoplatos...” En este punto del relato del periodista, sonrió: - No esta mal, no esta mal... “...cree que el tremendo asesinato y posterior descuartizamiento fue obra del maniático y asesino serial Edmundo “El Bueno” O´Candia, en venganza porque la mujer, madre de 5 hijas postadolecentes, prohibió a O´Candia verse con la menor de ellas, Elizabel, de 20 años, la noche anterior, cuando echó a "El Bueno” de su casa, a punta de pistola, mientras profería improperios, que este reportero no se atreve a reproducir....” - Qué barbaridad.....- dijo por lo bajo, mientras sorbía hasta el final, del mate platinado, este si, de estupenda chapita con graciosos motivos tallados. Cebados, ya, 3 o 4 mates más, continuo escuchando... “tenemos a un testigo que podría ser clave en esta historia; la señora María Durutya, vecina del difunto; - ¿Doña Maria, que es lo que sucedió anteanoche? – ¡¡Mire m´hijo, Ud. miente. Miente!! El Mundyto es un buen chico, trabajador, no fue él el asasino... Son ésas 2.... son terribles. ¡¡Sicóticas, son!! También mataron al padre, hace 3 años, también. Criminales, son! – Bueno, bueno, muchas gracias....Acá lo escucharon, señores. Según una testigo fundamental, no fue ”El Bueno” el autor material e intelectual del homicidio, sino 2 de las jóvenes hijas, las que cometieron el parricidio.... En minutos continuamos con mas información.” Bostezo ampliamente, se restregó los ojos con fruición, y decidió que era buena hora para dormitar eternidad en una larga siesta. Y que mejor, razonó, que conminar la vigilia precedente que continuar escuchando tamaña historia que lo estaba atrayendo. Tomó el radio y se encaminó a su dormitorio, circular, y de nebulosa oscuridad cuando una leve melodía nació del aparatejo; alzó el volumen y dedico a regodearse con los exquisitos acordes maravillosamente compuestos que brotaban del viejo auricular. Pensó que lo estaban homenajeando. Con los ojos cerrados y moviendo levemente la cabeza, al compás de los sonidos, como invadido por los dioses de la Música, ingreso a la habitación a paso lento. Al terminar de acomodarse en la ancha cama ovalada, de ½ metro de alto y más de 4 metros de largo, a la cual visitaban gran cantidad de ardorosas jóvenes y musculosos atletas en interminables ocasos de lujuria y sexo, paradójicamente carnal, la radio volvió sobre le relato: “...pericias realizadas sobre el cuerpo determinaron que las extrañas marcas encontradas entre los senos de la señora, fueron realizadas 4 días antes del asesinato, que, dicen, son similares a antiguas figuras aztecas parecidas a las encontradas, 10 años atrás cuando el recordado caso de la agrupación “Moltumbi Querequetengue”, conjunto de mas de quince personas que se suicidaron en masa como parte del sacrificio astral para el dios “Anquelote”, allá por La Paternal. En contraposición, profesionales, que no formaron parte del cuerpo médico de la causa, enfatizan que dichas marcas, como las encontradas cerca del trasero y pubis de la víctima, son obra sólo de ezquizoides desenfrenadas y no guardan relación con ningún tipo de cultura o sectarismo...” – “Están completamente locas de atar” – se enojó, mientras se acomodaba su incipiente barbilla y se cubría hasta el cuello con las sábanas. - “Nadie puede hacer su trabajo sin culpar a otro de lo ocurrido... que época es esta, che!” – enfatizó, a la vez que acomodaba su humanidad en posición pseudofetal. - ”Háganse cargo de sus hechos, nenas, o quieren, también, que su dios venga a salvarlas?” – ironizó, pero con cierta molestia. Estaban ya, sus párpados eclipsándose, cuando sobrevino el final del relato. Su cerebro no podía creer lo que estábanle transmitiendo los oídos. La Humanidad, ya no se avergonzaba de sus actos. Cualquier situación, y excusa eran aceptadas. Quien quiera podía justificar i/racionalmente su actitud. –“¡¡Que desfachatez!!” – gruñó. Por el altoparlante se escuchaba: “...pero increíblemente, señores, nos han informado que los primeros estudios realizados a las asesinas, dictan que no se han encontrado rastros de locura o demencia en las jóvenes; diría yo que estas pequeñas irán directamente a la horca, señores. Aunque, claro, todavía no han sido realizados oficialmente. Para finalizar este informe, tenemos una comunicación directa con el abogado de las acusadas; - ¿Dr. Salzedo, me escucha? ¿Cuál será su estrategia de defensa? Allí, el pequeño hombrecillo rojo, el interminable hombrecillo. El eternamente paciente hombrecillo rojo no pudo contener su ira. Una infatigable indignación envolvió abrupta y completamente todo su cuerpo. Allí, el eterno e infinito hombrecillo rojo, Lúcifer, lanzó el mas gutural e infatigable grito de dolor e impotencia desde sus mas intimas entrañas. Lenta pero arrolladora, y a la vez irrefrenablemente comenzó a elevar un magnifico calor húmedo cada vez más soporífero e insoportable desde lo más profundo de sus aposentos, hacia la superficie, donde un cielo estrellado, y diáfanamente cómplice lo estaba esperando... |
Texto agregado el 25-02-2003, y leído por 292 visitantes. (0 votos)
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