Estoy lleno de amor, lo siento como un río que fluye dentro de mí. Soy como esos peces que tienen sed dentro del agua, o como esos perros que tienen ojos pero no ven... Ya no más, ya no más. He declarado la paz en mi vida, en mi mundo. Que los días sean bañados de paz, armonía. Que cada noche sea llena de magia, descanso, amor sin final. Mi vida desde que le he visto ha florecido. Soy como un árbol que anhela el sol, el aire, la tierra. No soy nada si no uso esta vida para servir, para sentir que soy parte de un juego, un baile que escuchan quienes han visto al más amado. Sólo eso puedo expresar ahora que estoy frente a frente al espejo de la vida, respirándome, sintiéndome que de su juego soy parte. Ya lejos, en la orilla del otro mar, escucho una voz, firme como un árbol, dulce como la miel de la alegría. En su fiesta he visto tantos rostros jugando con la vida, tantos rostros brillando como estrellas que, debo cerrar los ojos y olvidarlo todo, ser una gota más, una chispa más, un ser que entregado a la dicha, al amor, a la paz, a él, pues es él la alegría, la bondad, aglutinado en un ser tan entregado a su anhelo porque haya paz en cada estrella, cada ser humano. Nunca volveré a mirar atrás porque busco mi destino, que no es mas que uno, el mío, el de ser uno con todo, con cada partícula de toda creación...
San isidro, septiembre de 2006
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