Si pudiera ser una musa… cuál mejor que la tuya. Me pintas en sombras de arco iris multicolor entre cerúleas praderas y rosadas lagunas. En visiones yo aparezco como pordiosera, como maga, como cría, como seno batido de señora sin leche. Pero aún así me reconoces. Te acercas y tu respiración me toca al paso que el aire revolotea porque no es más que un infante juego de escondidillas. Las monarcas se desatan en un remolino de negros amarillos y el perfume se expande por el puente que existe entre el universo de nuestras mentes.

Si pudiera ser una musa… cuál mejor que la tuya. Me arrullas en cobijas de sueños y mantos empolvados con rastros de luna. Una canción oscura me acuna y las más fantásticas pesadillas me asechan. Me entregas a la muerte y yo, la novia de la muerte, me deshago entre besos que me asfixian y me roban un último suspiro de vida. Sacrificio virginal de madrugada.

Mi mirada triste camina por veredas gastadas. Es el tiempo del olvido, reinado de la indiferencia. Arroyos de mi sangre me persiguen, dejando como testigo un rastro para el que quiera encontrarme. Aquí estoy, caída. Me han arrancado las alas durante el juicio final. Mis alas perdidas lloran pero yo me retroalimento de ti; de tu deseo, de tu necesidad, de tu eterno empuje por seguir creando. Dicen que en este mundo posmoderno ya no hay necesidad para las musas. Pero si yo pudiera ser una musa… cuál mejor que la tuya.

Despierto una mañana y me doy cuenta que ya no hay lugar para musas vivientes. La mercadotecnia vende a mejores precios y a clientes de mayoreo, mientras que los artistas, ellos están en los manicomios pirados de locos. La madre tierra yace seca porque los niños en los campos ya son los niños en las fábricas ganando cuatro centavos la hora. Y yo, yo de repente me encuentro sin hogar. Hace muchos años que ya no piensas en mí, que se te olvida cómo invocarme. Sólo en tu subconsciente existo; un poco desvanecida cada siglo. Que los reyes y los juglares y las damas de alta alcurnia son mitos. Que mi vida entrelazada a la tuya es el ayer del hoy y el mañana de nunca jamás. A pesar de eso, cada vez que te hago vibrar, sentir o llorar, vuelvo a recuperar un poco de la inocencia perdida en la inmaculada concepción. Si pudiera ser una musa… no dejaría de ser la tuya. Ya no hay lugar para musas en este mundo, no cuando cambias la ilusión de un sueño por una corbata barata y un trabajo de siete a cinco. Pero aquí, entre los límites del purgatorio, todavía te espero.