Siéntate conmigo,
te diré lo que extraño
te contaré dónde tienes que buscarme
cuando haya partido
sabrás, al fin, dónde se extravió mi mirada
y adónde volverán mis fragmentos vagabundos:
se posarán en los panales de los eucaliptos
en la miel con garúas perfumadas
se esconderán en el huerto verde
explorarán las enmarañadas higueras
y huirán de las serpientes
demolerán los nogales a medio madurar
y pintarán diablitos sobre la piedra
consolarán al Sauce llorón
para robarle sin piedad sus ramas y hacer carboncillos
se perderán (mis fragmentos de niña) en el bosque
y tendrán pesadillas con villanos-malos-malos
Amanece, sigues aquí, tengo ganas aún
del arroyo sobre la hierba
y del capulí congelado por el frío de la noche
quiero el cedroncillo y el pan fresco
la leche acanelada y humeante
las campanas de la iglesia anunciando algo,
quizá sólo la mañana
Tengo nostalgia del extraño saludándome desde lejos
con su venia menos culpable
y yo otra vez escapando, ya no de las serpientes
sino de la señora Dora del Pozo
furiosa por la pelota estampada en los vidrios de su casa
y, yo, de vuelta a las resignadas muñequitas con tules
y a los sí-mamá-prometo-portarme-bien
Quiero el trigo, el maíz y la ortiga
las veletas de papel que olvidé cómo hacer
las policromas cometas que sólo volaron al ras del suelo
quiero todo eso, amor, como quien ya no quiere
y quiero más: las tardes de Lima, sin Lima.
(Y ya no verte)