Recuerdo la quietud de la tierra, la quietud de estar adentro. Se cree más en los milagros a la hora del entierro.
--De una canción de Baglieto--
Uno
Desde la casa de los Ramírez llega el jolgorio.
- Anoche murió Elena.
Marcos parece no escuchar a su mujer. Con la cabeza baja, come pausadamente.
-La encontraron muerta en la mañana -sigue ella como si Marcos se lo hubiera preguntado. Al fin son tantos años de convivir. Ellos se entienden-. La entierran hoy en la tarde.
El sigue comiendo. Ella calienta tortillas y cuida la braza. Finalmente él se anima.
-¿Van a venir?
-Ya mandé traer el mezcal responde ella-, doña Susana vendrá más tarde con el pozole.
-¿Y tú que preparaste?
Ella parece pensarlo, luego de un rato responde:
-Hice el armadillo que trajiste anoche, lo preparé en adobo como a ella le gustaba.
-Ta güeno.
Continúa comiendo pausadamente.
Dos
La banda toca atolito con el dedo, de Darvelio Arredondo.
Es la que más le gustaba comenta alguien.
En la recámara, Elena descansa. Muerta. Cubierta con flores. Las mujeres de negro la rodean, lloran, gritan.
-¿Por qué te moriste mija?
Es su madre.
Afuera los hombres beben mezcal. Ante la mesa uno está cabizbajo; es el padre. Más allá los hermanos hablan del trabajo diario.
- Los besos que tú me das tienen un sabor a tuba...-canturrea alguien.
Uno se acerca al padre.
-Ánimo don Gonzalo.
Parece ser la señal.
- Ayer estaba bien, me cai -se desahoga-, pa mí que fue obra de brujería. Yo creo que fue doña Eréndira, ya ve que le tenía echado el ojo porque no quiso con su hijo.
Tres
El cortejo sale de la casa. Inicia el recorrido por Atoyac, para que la muerta se despida de sus amigos y de todos sus parientes. En cada casa mezcal y alimentos, sobre todo para los músicos y para los que cargan el atáud, "pa reponer energías", es la frase que se repite.
En cada casa alguien se agrega al cortejo. La escena se repite invariablemente, sólo algunos detalles cambian. Sale el hombre, saluda, dice algo elogioso de la muerta; luego salen las mujeres y miran el féretro.
Cuatro
La música se acerca, se oye más clara.
-Ya vienen-dice la mujer.
Marcos se levanta, prepara los vasos y quita el olote que las botellas de mezcal traen a manera de tapón. Prepara las sillas (les pidió varias a los vecinos).
Llaman a la puerta. Marcos abre. Afuera están todos.
-Aquí viene Elenita a despedirse-explica alguien.
Sale la mujer a saludar a la difunta.
-¡Elenita, por qué nos dejaste!
-Pasen, Elenita, estará a gusto aquí adentro.
Le gustaba pasar el tiempo con mi comadre -Explica don Gonzalo por simple protocolo.
Colocan el ataúd sobre la mesa.
Don Gonzalo y Marcos se acercan.
- Mírela por última vez compadre -invita don Gonzalo y levanta la mirilla.
Ahí está.
-Parece viva, y tan bonita como siempre -dice Marcos sorprendido.
-Pero pálida, muy pálida- responde don Gonzalo-, eso es muy raro, a mí se me hace que fue doña Eréndira.
-Pa mí que tiene razón.
Luego de un momento de silencio agrega:
-Luego ajustamos cuentas con ella.
Por enésima vez los del cortejo comen y beben mezcal. Luego de un rato reinician el camino. Ahora al cementerio del pueblo.
Cinco
Cerca del cementerio los hombres acechan.
-¿Y si no permiten? -pregunta el más joven, pero no obtiene respuesta.
Se mantienen entre los árboles. Uno lleva una estaca de madera y un marro, el otro una segueta.
-No nos van a dejar -insiste el joven.
-Si tienes miedo lárgate -responde finalmente el otro.
El joven se calla y baja los ojos. A lo lejos se escucha la música.
-Ya salen del pueblo -comenta el otro.
Entre los árboles los pájaros chillan anunciando el fin de la tarde. Un grito madrugador se escucha por alguna parte. El más joven se levanta, con la segueta comienza a cortar una rama.
-No gastes el filo -recomienda el otro.
El joven deja su labor. Se tumba junto al otro.
-¿Dónde vive el vampiro?- pregunta finalmente.
El otro parece sopesar sus palabras antes de responder:
-No sé, pero a mí se me hace que en la casa de los García. Igual y todos ellos son vampiros. Esta misma noche quemamos su casa; el fuego también los mata.
La música se acerca. Hasta ellos llega el llanto de las mujeres.
-Estate listo -recomienda el otro.
Y luego:
-Recuerda el plan; cuando lleguen con la muerta al recodo, les salimos al paso gritando. Aventamos a los que traen la caja para que se caiga. La abrimos y mientras ya le clavo la estaca en el corazón tú le cortas la cabeza. Pero sobre todo hay que hacerlos creer que somos muchos y estamos armados.
Seis
Nota aparecida en El Trópico de Acapulco el 16 de abril de 1996, bajo el encabezado "Dos presuntos profanadores mueren linchados".
Atoyac de Alvarez, Gro.- Dos hombres mureron linchados luego de que intentaron profanar el cuerpo de una joven muerta, cuando era llevada al panteón municipal de esta ciudad, ayer a las siete de la tarde, según informaron las autoridades municipales.
De acuerdo con los informes, el linchamiento fue realizado por los propios deudos de la muerta, cuando los dos hombres irrumpieron en el cortejo cuando llegaba al panteón.
Las indagaciones indican que cuando el cortejo llegaba al panteón, en donde el camino hace una curva, los dos sujetos salieron de entre los árboles, bajo la amenaza de que si el cortejo no se detenía los iban a matar a todos.
Creyendo que se trataba de un asalto, los deudos se detuvieron y pidieron a los asaltantes respeto para la muerta, añadiendo que no llevaban nada de valor.
Aprovechando la confusión, los sujetos tiraron el ataúd y quitaron la tapa. Cuando uno de ellos iba a profanar el cadáver de la joven mujer, fue detenido por el padrino, de nombre Marcos (a).
Acto seguido, los deudos enfurecidos arremetieron golpes contra los dos sujetos, dándoles muerte a machetazos. Sus cuerpos destrozados fueron colgados de uno de los árboles de entre los cuales salieron.
Siete
La noche se adueña del panteón, bajo la luz mortecina de la luna, el lugar parece rodeado de sombras, como si los espíritus de quienes yacen bajo la tierra hubieran despertado y montaran guardia sobre sus cuerpos.
Cerca del muro oriente, la lápida de una tumba yace a un lado, volcada, como si alguien la hubiera arrancado.
En el lugar que debía estar la lápida un agujero crece. La tierra sale disparada y forma montones alrededor. En el interior, una mujer escarba con las manos. Parece hablar en susurros.
De pronto sus manos topan con un objeto sólido, de madera. Escarba a los lados hasta dejar un ataúd al descubierto. La mujer es muy fuerte; levanta la caja y la saca del agujero. Da la impresión de que volara.
Luego desgarra la tapa. Literalmente la arranca. En el interior Elena descansa. La mujer le acaricia la cara y Elena abre los ojos, un rayo de luna incide en sus pupilas ovales y se reflejan con una luz roja.
La mujer la ayuda a salir. Se besan y se funden en un abrazo. Finalmente ambas se pierden entre las sombras. |