Adiós Vacaciones.


Faltan 3 días para llegar a mi tan amado trabajo, es como una sala de espera antes del infierno. Dentro de 72 horas comenzará mi condena.

En estas vacaciones hice un largo adiós entre quienes formaron parte de mi vida: amigos y familiares.

El aire sombrío y melancólico me cruza de principio a fin con un fatalismo que parece al mismo tiempo un sino inexorable, como resultado de una soledad apesadumbrada y fría de vivir en un pueblo sin vida.

Soy un bosquejo alegórico de un hombre que se creía dueño del mundo antes de descubrir mi vulnerabilidad. La pude descubrir gracias a estas vacaciones.

Soy una persona educada y empática que ha tratado siempre de hacer las cosas bien. Y creo que me ha resultado casi todo. Pero ver que se me aproxima el trabajo no es una cosa que me cause alegría.

Pero no es el trabajo, sino el pueblo en donde tengo que habitar. Ésa es la verdadera cárcel.
En ese pueblo me veo como en una brutal escena de desamparo.

Pero así es la evolución, es el dejar atrás la adolescencia, dejar de jugar. Y los actos que alguna vez fueron inocentes ahora se transforman en actos adultos y retorcidos, jugueteando con debilidades humanas inmanejables.

En resumen, no hay más explicación que el temor a la responsabilidad y el hacerse cargo de sí mismo. Sin embargo, y ésta es la parte optimista del cuento, es un claro sinónimo de libertad.

Continuaré pasivo mi camino al cadalso. No hay redención posible.