El Arcángel
"Y empecé a oír la voz de un hombre
Terrestre en medio del Ulai y empezó
a clamar y a decir:
'Gabriel, haz que ese de allí entienda la cosa vista'"
(Daniel 8:15)
En tanto yace recostado sobre su cama contemplando el inminente porvenir delante de sus ojos, exhala una voluta de humo cuyo destino es estrellarse contra el bajo techo de su cuarto, el cual se entremezcla con los rayos de sol que logran penetrar las negras cortinas de la ventana a través de sus imperfecciones.
Los días pasan, las noches permanecen, posee un reloj en el que pasan los segundos cada vez que una persona triste muere.
“¿Cuáles serían las últimas palabras que desearía oír antes de morir?, ¿Quisiera saber que por mi pecaminosa alma, que vive por misericordia y divino perdón solicitado, mi existencia no trascenderá a través de las puertas del paraíso a pesar de haber sufrido una vida llena de desventajas y sin justicia alguna?
Yo soy un mensajero y un guardián, intérprete del pasado y el futuro, observador de lo que es y no es, no soy juez ni mucho menos justiciero, por ello es que no debería hacerme estas preguntas, después de todo son simples mortales y yo un arco iris hecho de lágrimas y sonrisas.
Los ambientes en que me muestro son oscuros, pues no deseo la luz que encierra a las apariencias mas perjudiciales bajo el manto del brillo prestado, sino que prefiero la ausencia de la farsa original, pues al menos es sincera y coherente.
Puedo parecer pesimista, sin embargo quienes gozan de mi confianza saben que mi palabra, no es mi palabra y que mi presencia no es mi presencia, por ello quienes me ven saben que aquí estoy yo, él.
Recorro las penumbras humanas y entre escombros pateo cráneos vaciados y corazones hechos cenizas, las pasiones los han desangrado y en vano han sido sacrificados.
Observo como incurren una y otra vez en el incumplimiento de los mandatos ya escritos, así como también veo que se engañan creyendo que existe un perdón al daño ocasionado.
Mis ojos son el aljibe que en lo mas profundo de su mirada proveen agua a quienes tienen sed de creer en algo por lo que vivir, así como también son el infierno de quienes no la tienen y que igual quieren beber, aún sabiendo que hay quienes mueren ante su desprecio.
No me hace falta volar, ni montar como un jinete para anunciarles que la destrucción esta latente, han creado la destrucción, e incluso han encontrado la clave de la creación, pero no cuando todo quede destruido, pues nadie habrá para crear, pues aún no saben sobrevivir.
Evidentemente del pecado original se ha creado un pecado intrínseco a la creación que para redimirse deberá remontarse al mismo que antes dio el perdón, solo espero que no haga falta otra gran explosión para que empiecen a escuchar de una vez por todas.
Me gusta ver sus caras esperanzadas al verme, pues en el fondo guardo un secreto que ustedes anhelan y por el que quisieran encontrar la llave de la eternidad para existir y contárselo a otros, mientras que yo poseo la carga de conciencia que predica el silencio, pues entiendo que las palabras exceden a su conducta, ella habla por sí misma.”
El humo se apropió del cuarto y las tinieblas avanzaron sobre el triste lugar, él, había desaparecido, mientras las sábanas en las que permanecía envuelto aún caían.
Se dirigió hacia su próximo destino:
"Yo soy Gabriel que asisto a la vista de Dios, toma mi mano, iniciaremos un nuevo viaje, es tu porvenir, pero te advierto, debes perder toda esperanza, porque la decepción es un color que te quemará hasta morir continuamente, por siempre hasta la eternidad”.
Las llaves cayeron, su ruido metálico fue encubierto por el algarrobo del cual estaba hecho el piso, Sammael vio delante de su vista cada pecado en vida y sintió el filo del miedo taladrando su cráneo, quemando su corazón, luego cayó su cuerpo. Gabriel, lo pateó, sonrió y sacudió sus manos en el aire, deshaciéndose del polvillo de las cenizas, respirando las pasiones de quien no supo aprovechar el divino permiso para acceder a los jardines del Edén y que al igual que los demás hijos de Eva y Adán no vivió para contar.
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