Muerta; pero viva
Brumas negras, oscurecían su rostro,
Recuerdos oscuros, de cristales rotos,
Ojos verdes antaño, ahora negros sin fondo,
Sumidos en la nostalgia, de la luna de otoño.
Erraba el alma en pena, buscando consuelo,
Sobre aguas cristalinas, sobre el más duro hierro,
Retornar a la vida, su único anhelo,
Sobre ella pesaba sentencia; condenada al destierro.
Los más bellos lugares, ahora parajes de hielo,
De noches infinitas, de silencios eternos,
Todo en la nada, el vacío como credo,
Latente esperanza, del olvido perecedero.
Un buitre gris, como único compañero,
Presencia de la muerte, vigía de su infierno,
Acechando, surcaba los cielos...
Le recordaba, que aún no había muerto.
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