Llegué a tiempo, muy temprano para el vuelo confirmar
unos salen, otros llegan, mientras yo los veo pasar
cada quien con sus problemas con algo de apuro al andar
yendo hacia la sala de espera o uniéndose a la ciudad.

Voy de un lado para el otro, voy dejándome llevar
sigo en viajes por el mundo, por mi árduo laborar,
con el tiempo de enemigo, con café sin endulzar,
y otros clientes que me esperan para volver a empezar.

Llegué al fin al dormitorio luego de un largo viaje
debo quitarme los jeans, debo deshacer el equipaje,
luego tomar una ducha y usar de nuevo el traje
para iniciar mi travesía desde un nuevo paraje.

Nuevos rostros, nuevos trajes pero siempre el mismo objetivo:
dejar al cliente satisfecho por los nortes requeridos
sin importar si hay feriados, sin importar los domingos
cambiando mis horas de sueño por horas de trabajo... un martirio.

Y así son todos mis días con más noches que mañanas,
con desayunos muy breves y reuniones prolongadas,
acordando con los clientes la ilación esperada
del proyecto en su conjunto cual quimera anhelada.

Miles son las ideas que suelen a mi mente acechar
porque se cumplen las fechas, hay trabajo por cerrar
y las distracciones pueden hacer a mi equipo fallar,
ya pensar en uno mismo dejó de ser prioridad.

¿Qué es de mi? yo no lo sé, en mí ya no puedo pensar
porque el tiempo se me acorta y el trabajo gana lugar
en mi mente, en mis ideas y hasta en mi propio respirar
ocupando los espacios que mi alma suele aclamar.

Los tropiezos nunca faltan, parecen nunca acabar
y si ya has resuelto alguno otros 5 nacerán,
es así y así será, una historia marginal
que se escribe paso a paso y se acentúa al final.

Sin embargo, existen noches en las que burlo a la rutina
en las que me dejo deslumbrar por luces y nicotina,
buscando aquellos lugares que de forma repentina
logren desinfectar mi mente del trabajo y la oficina.

Si tengo suerte, en el grupo logro hacer amistades
con diferentes costumbres, de diferentes lugares,
que sienten igual que yo, que se vuelven entrañables,
con un afecto que se torna gratamente perdurable.

Aquí no hay fin de jornada, eso es un ideal irreal
siempre quedan cabos sueltos pendientes por concretar
temas que se van afinando a medida que llega el final,
un final que aveces tarda pero que siempre suele llegar.

Al final de un gran trayecto se concluye lo iniciado
llega a su fin el proyecto por todos muy anhelado,
cristalizando el esfuerzo, con el objetivo logrado
valió la pena el empuje y vemos el norte alcanzado.

Llegó la hora de partir, de expresar un "hasta luego..."
aún cuando pocas veces pasa que los encuentre de nuevo,
hora de hacer las maletas, hora de reservar el vuelo
de ir hacia un nuevo horizonte o quizá solo de regreso.

Solo en la última noche logro alcanzar el consuelo
de pensar en mi y en los míos, de verme realmente al espejo,
de dormir profundamente como hace tanto lo anhelo
para despertar muy temprano y enrumbarme al aeropuerto.

Llegué a tiempo, muy temprano para el vuelo confirmar
unos salen, otros llegan, mientras yo los veo pasar
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