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Clara trabajaba como coordinadora del Centro de Rehabilitación "La Rejilla". Hasta allí llegaban a diario reclusos del Penal Central para realizar su terapia con el grupo de psicólogos que allí trabajaban, entre los que ella se incluía.
Clara salía de su casa temprano, cuando el sol despuntaba como un abanico de luz sobre la ciudad. Caminaba hasta su trabajo ante la mirada atónita de algunos vecinos que no entendían cómo podía ir por la vida con esa sonrisa cuando día a día debía enfrentarse a lo peor que había dado esta sociedad, la escoria del pueblo, gente con almas tan oscuras como sus propias historias que en su mayoría, arrastraban violaciones por parte de sus padres y maltratos que databan desde tiempos muy lejanos cuando la inocencia que los rodeaba les regalaba su blancura como un manto que intentaba protegerlos de tales abusos.
Ella podía ver claramente esas marcas que latían en el cuerpo de cada uno de ellos, desde azotes dados con algún cinturón hasta cigarrillos apagados en su piel con inusitada furia, dejando un estigma imborrable de dolor.
Una tarde Clara se entrevistó con uno de ellos, un hombre que estaba haciendo rehabilitación desde hacía dos años. Estaba algo abatido, pues no soportaba llevar ese pasado a cuestas y le costaba vislumbrar un futuro para su desdichada vida. Hablaron mucho, él estaba algo mejor. Atrás habían quedado una violación a una niña de doce años y dos intentos más que fueron frustrados por los gritos desesperados de sus ocasionales víctimas.
Él fue el que le preguntó al finalizar la charla por qué el lugar llevaba ese nombre... "La Rejilla". Clara no tardó en contestarle:
- Vea, hace unos años pasó algo muy curioso con la rejilla que está en la puerta de entrada. Siempre teníamos problemas porque de ella salían malos olores y bichos de toda clase, no podíamos solucionar el tema. Era una rejilla grande por donde pasaban casi todos los desagües del barrio.
Un día de mucho viento el jardinero suspendió su tarea y dejó la bolsa de semillas al lado de ésta. La fuerza del viento las desparramó por doquier y varias fueron a parar dentro de esa rejilla oscura y fría. Pasaron tres semanas cuando notamos que una planta crecía desde su interior, coronada por una flor de extrema belleza, una flor que no había visto nunca antes. Todos quedamos sorprendidos, nadie entendía cómo esa rejilla sucia y hedionda podía dar origen a tan hermosa flor. Quizá a usted también le cueste creerlo, pero le juro que fue así.
El hombre miró a Clara fijamente, ya no hubieron palabras. Comprendió que en el Centro de Rehabilitación "La Rejilla" milagrosamente pueden nacer las flores más bellas, es sólo cuestión de tiempo... |
Texto agregado el 15-09-2006, y leído por 655
visitantes. (30 votos)
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Lectores Opinan |
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01-08-2008 |
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No sé de psicología, ni de criminalistica o criminología, ni de botánica. Como aprendiz de escritor, excelente texto, buenos personajes y situación. Como crítica (porque a partir de ésta aprendemos) puedo decirte que pudiste trabajar mejor la analogía del delincuente (que no tiene nombre en tu cuento y lo llamas "El hombre") con aquello asqueroso y repugnante que vive en la rejilla o cloaca. El hombre es repugnate, un violador. Pero esa violación debe estar en imágenes, vergonzosas para el violador, aterrantes para la niña. No es una concesión al morbo del lector, sino que es plasmar que de ese horror y maldad (malos olores y bichos) es de donde puede surgir una bella flor. Abrazos y estrellas NeweN |
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12-04-2007 |
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Clara es tan cara. Una hermosa y contudente leccion que nos demuestra que los centros de rehabilitacion si pueden rescatar a las personas que han sido castigadas por el sistema de leyes. Si estan alli no han sido desechados porque su culpa reprimida
, ya juzgada, los hara pensar en el futuro de sus vidas. "La rejilla" me parece que tiene una gran moraleja.... Ahora mi pregunta es visitabas con frecuencia los centros de retencion, o participabas directamente en los programas de rehabilitacion. En los 1980, una decada violenta yo conoci muchas carceles. Alli pude conocer prostitutas, asesinos, ladrones, asaltantes ect. REcuerdo una chica de nomnre Rosa la metralleta porque asaltaba con una subametralladora Uzi. Ella se rehabilito plenamente. Otro era Americo Villacorta, famoso por haber tenido un tiroteo en la universidad con la guardia de su pais. Hablando con comprendi que era un ser humano. Para ese tiempo yo apenas era un muchacho pero senti muy de cerca el dolor de estas personas que querian ser rehabilitadas, crecer en el fango de la carcel -por que la verdad la carcel apesta con un mal olor muy particular que no esta en ninguna otra parte- con la esperanza de ser parte del futuro. Me gusta tu sensibilidad. Son muy pocas las personas que tocan este tema. panchin |
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22-03-2007 |
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Mis mas sinceras felicitaciones, es precioso...a veces los de "afuera" ven en los de "adentro" lo màs oscuro y tambièn viceversa...tanto dentro como fuera existe la bondad, el arrepentimiento sincero y una flor puede nacer... Gracias de corazòn¡ PRILIBERTAD |
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22-02-2007 |
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es hermoso, y optimista, me gusta el origen, es muy bueno flaviof |
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27-12-2006 |
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Ah..., pero también están los azares. Uno se quisiera ser tan heroico como Clara y tener la fe que ella tiene para sonreir camino al antro. Conozco mucha gente que preferiría pasar por las armas a todos los en rehabilitación. Hay una enorme sabiduría, zen diríase, en aquella de vislumbrar la belleza que asomará entre la podredumbre. Habrá que ver... Ojalá... Ya los libres y decentes tienen problemas para cargar consigo mismos... venicio |
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