Desde hacia ya quince días, la lluvia caía intermitentemente, y si esto era molesto en la ciudad, mas daño provocaba en los campos donde las cosechas podrían perderse.-
El sol parecía haber olvidado brillar para nosotros, y el cielo normalmente azul-celeste, se había vestido de un triste gris plomizo.-
No había podido por más tiempo postergar mi viaje al sur, por lo que decidí preparar el automóvil, y partir, con un alerta meteorológico casi permanente, y así, fui dejando atrás la ciudad, y los centros urbanos se fueron paulatinamente distanciando, para dar paso a las parcelas sembradas, por kilómetros y kilómetros.-
Al cabo de horas de conducir, la cinta de plata de la carretera, y el poco tráfico que circulaba ya hacía tedioso el viaje, por lo que decidí hacer un alto y estirar las piernas después de cruzar el puente sobre el río, en la arboleda que se divisaba a lo lejos.-
Mi mirada recorría los campos que había dejado atrás, tratando de recordar, como se veían, bañados por el sol, y no como lo apreciaba en ese momento, anegados por la lluvia, y con una apenas perceptible marejada provocada por los vientos.-
Millones de litros de agua, la naturaleza había dejado estacionar en ellos, con apariencia de mansedumbre, y el aroma que se percibía ya no era ese preciado olor a tierra mojada.-
Cuando estaba por regresar al vehículo para continuar la marcha, me pareció escuchar como el crujir de ramas al romperse, y de improviso, pude apreciar, que toda esa masa de agua casi inmóvil, y sin motivo aparente, se había puesto en movimiento, y a su paso se doblaban las plantas de maíz, como si las planchara una topadora, dejando un panorama de desolación, y arrasando como con furia, todo lo que oponía a su avance, siguiendo rumbo a quién sabe donde.-
Inmóvil por el espectáculo, mi primer pensamiento fue de pena por esos agricultores que veían así destruido su esfuerzo, pero de pronto sentí que la naturaleza m estaba dando un ejemplo aún mucho más importante, y este era, que como el agua quieta es la furia de los mansos, que, cuando algún motivo la desata, destruye todo lo que se le opone.-
Lentamente subí al automóvil, y seguí mi camino, con la convicción, de que la furia del hombre duerme, por favor, NO LA DESPIERTEN.-
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