Primero tendría que ponerme unas medias caladas, una falta que cubra mis rodillas, unas zapatillas con las puntas de aguja, tendría que describir lo que siente el violín del tango, cuando lo despedazan para conseguir la fuerza de el, cuando suena igual que un corazón roto, en el cual no hay forma de componerlo solo de bailarlo, de seguir viviendo, entre la penumbra de una tarde lluviosa que entre la piel del silencio que grita la fuerza de la caricia en la pierna.
Mientras los amantes bailan con pasión y cuando de repente me sueltas con fuerza, tirano mi dolor con violencia la suelo, y canto cuando el dorso de mi mano toca tu cara y mis manos llegan a tus labios, mi boca cerca de tu boca y tú no entiendes, que ya no es deseo, si no que cuando tus ojos están en mis ojos, y mi piel en tu piel, el dolor grita, de tenerte cerca entre que bailo y mientras los instrumentos se rompen en pedazos expresando el llanto del silencio, del dolor, del amor cercano, que por raro que parezca acompañan lo que pienso, mientras le rompe la razón al dolor.
Te perdono entre el violento socorro y el triste espacio del encuentro amoroso de la manos y una mandolina que grita y adiós que parece mas un te amo, entre le roce de locura y un asfixiante tesoro.
Si pudiera expresar lo que siento, me resultaría mas fácil, explicar un tango entre que bailo, entre que lloro, entre que amo, y te desprecio, mientras consigo conjugar el verbo olvidar y callar, mientras tus manos están en mi y tu cabeza piensa en mi, no creo en amarte, pero creo en mirarte, pobre inmadurez inconsciente que se expresa entre el tango y el deseo de olvidarte.
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