Esa enferma avaricia

En las noches sin luz, de esas que no queremos recordar,
Con ese sudor de frente, que recorre el alma ya dormida.
La musa de sus ojos, el amor de su respirar
La misma que ha cerrado con pistillo el paso de las heridas
Desde la calle, Ella lo viene a visitar

Quien lo viera recostado pero con dinero en sus bolsillos
Y tanta hambre en su hogar,
Todos hemos sido invitados a su cumpleaños
Pero los niños no lo quieren visitar
Porque el portero parece una tormenta
De las que se desatan en el mar


Si lo vieran de hinojos ante su altar
Sabrán que locura es la que no lo deja en paz.
Desde el infinito rincón de su edad perdida
La cobardía y el orgullo lo contemplan,
Con cuchillos de plata envejecida.

Y en esa mesa preparada, un sitio lo espera
Aunque los ojos hambrientos no lo acarician.
Pero igual tiembla porque sabe que sus sabanas son cortas
Al igual que la decepción

Ese nombre, ese que solo fue recogido por el murmurar
Y que ahora en el piso abandonado esta
Ese mismo que el se niega a olvidar.
Ese que al ser pronunciado, las paredes hacia temblar.
De ese nombre nadie se acordara.

Porque la avaricia se ha hospedado
Como una loba herida en ese hogar.