--Buen día jóvenes, vamos a dedicar la clase de hoy para conocer a una poetisa mexicana del Siglo XVII, a quien sus contemporáneos apodaron la Décima Musa...
--¡Uuuuuy! profe, ¿no podríamos ver algo más moderno?
--¡Sí profe! Veamos otra cosa... A mí me gusta Joaquín Sabina ¿por qué no analizamos su poesía?
--Me parece muy atinada sugerencia señorita Rodríguez, pero lo haremos cuando nos toque ver poesía contemporánea; ahora estamos en la poesía barroca.
--¿Poesía qué? Eso a nadie le gusta profe Ni siquiera sabemos que es eso de barroca.
--Señor González, debería saberlo; cursa usted Bachillerato, a un paso de iniciar estudios universitarios ¿y no conoce sobre la época barroca?
--Es que todo se olvida profe Después del examen ¿quién se ocupa de todo eso?
--Muy mal hecho jóvenes, se debe estudiar para la vida, no para el examen.
--Y de paso nos va a sermonear; mejor recuérdenos qué es eso de barroca.
--Sí profe. Ni en mi casa me sermonean, mejor comencemos la clase.
--El Barroco, jóvenes, es uno de los capítulos más importantes y amplios dentro de la Historia del Arte. No hay que entenderlo como un estilo artístico, sino también como una forma de vida. Floreció en el Siglo XVI, cuando el Renacimiento se agotaba rápidamente. El término Barroco se creó hasta el siglo XIX y deriva del vocablo berueco que significa "perla irregular". El Barroco al principio se tuvo como una etapa del arte puente entre el Renacimiento y el Neoclasicismo. Estéticamente, el barroco se caracterizó, en líneas generales, por la complicación de las formas, el predominio del ingenio y el arte sobre la armonía de la naturaleza que constituía el ideal renacentista. En arquitectura, los jesuitas aplicaron el barroco en todos los monumentos religiosos de la época, superponiendo su estilo al gótico y al románico con retablos llenos de pequeños pilares y dorados. En literatura se aplicó el mismo estilo, con palabras pletóricas de adornos. Fue en esta época cuando destacó la poetisa que hoy nos ocupa: Sor Juana Inés de la Cruz.
--¡Hasta monjita resultó!
--Señorita López, evite esos comentarios en clase.
--Disculpe profe pero es que no soy católica, ¿podría salir de clase mientras hablan de la monjita?
--Permanezca en su lugar, señorita López, y atienda la clase; para nada le molestaremos por sus creencias. En esta clase hablamos tan sólo de literatura.
--Pero profe no tiene derecho.
--Señorita López, abra por favor su libro en la página 44 y lea la poesía que allí aparece.
--¡No lo haré!
--No la puede obligar, usted está obligado a respetar sus creencias, no tiene por qué leer a la monjita.
--Bien señorita Mendoza, ya que intercede por la señorita López, pues abra usted su libro y lea en la página señalada.
--Lo haré, pero sólo por mi amiga, para que no la obligue a ella.
La estudiante toma su libro, después de buscar la página 44 comienza a leer de manera atropellada, como queriendo terminar pronto.
--Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Conforme avanza en la lectura va moderando su voz, más pausada, sintiendo cada palabra.
--¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?
¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
Cuando llega a la última estrofa, la clase entera está metida en la lectura, digiriendo cada palabra.
--Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
Queda profundo silencio en la clase. Meditación que rompe la señorita López.
--Profe ¿En serio, una monjita escribió esto?
--Sor Juana Inés de la Cruz, jóvenes, escribió la mayor parte de su obra en el convento de San Jerónimo, en lo que entonces era la capital de la Nueva España, hoy México. Destacando en temas profanos...
--Aquí hay otra poesía profe ¿La puedo leer yo?
--Adelante señor Ramírez. Se trata de un soneto, género que se arraigó en el gusto de la época gracias a Sor Juana
--Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.
Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata,
y mato a quien me quiere ver triunfante.
Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo:
de entrambos modos infeliz me veo.
Pero yo, por mejor partido escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que de quien no me quiere, vil despojo.
Cuando termina la lectura se escuchan aplausos. Interviene la señorita Pérez.
--Es preciosa esta poesía, creo que podemos discutir mucho sobre su contenido. Me encantaría exponer mis impresiones.
--Procedamos entonces --dice el profesor.
En ese momento suena el timbre que marca el final de la clase y se escucha unánime expresión de contrariedad.
--¡Nooooo!
--Profe ¿Podemos seguir mañana con este tema?
En Cancún, costa mexicana del Caribe.
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