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Cuando el joven dinosaurio despertó, el mundo todavía estaba allí. Bostezó, estiró las patas y restregó su barriga contra los guijarros del suelo, como hacía todas las mañanas. Como cada día, se dirigió a su charca habitual y comenzó los chapuzones de rigor. Sin embargo, algo lo detuvo, interrumpiendo por un instante su rutina. Algo completamente nuevo, fugaz, en algún lugar de sí mismo le produjo un escalofrío. Algo así como un incipiente, ... rudimentario ... “¿por qué?“.
La extinción era ya irreversible.
(perdón por cambiarle el papel al dinosaurio de Monterroso)
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Texto agregado el 22-01-2004, y leído por 174
visitantes. (3 votos)
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Lectores Opinan |
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14-06-2005 |
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Chevere!!! solturqueza |
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22-01-2004 |
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efectivamente,ya era irreversible. Muy bien. saludos the_man_who |
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