Parece que la vida se nos estuviera escapando a grandes bocanadas, a grandes olas. Hay un temblor secreto que vibra entre nosotros, y con ello no quiero decir que sea un temblor que huya de mí hacia tí o viceversa, quiero decir justo entre nosotros, en medio, en la zona pálida donde se unen nuestros cuerpos. Se nos escapa, no tanto el temblor como la vida. El temblor vuelve, siempre regresa en el contacto helado de la ventana abierta y tu piel que no resiste este frío, pero la vida. Ay, ésa sí que no regresa.
Parece que te daño, porque te quejas, aunque sea con ésa manera desértica o selvática que tienes de quejarte, ésa sensación de viento entre árboles muy juntos y muy pálidos a causa de la noche de luna. Sabes que no quisiera dañarte, pero es extraño como tus quejidos despiertan en mí algo antiguo, algo suave, un temblor que se suma a ese temblor vivo que se gesta entre nosotros. Mira cómo tiemblas, mujer, si parece que tuvieses frío.
Debe ser la ventana, aunque yo también tiemble, en medio de este calor que nos arrebata la vida a bocanadas, a olas.
Parece que te amo. |