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Paraba en la ventana de la casa, todo aquel que le mirara pensaría que era una parte de ella pues no se movía ni siquiera parpadeaba, era como un cuadro, y así eran todos los días hasta que llegaba la noche y toda la casa, junto al muchacho, se esparcían como los sueños y las sombras... Pero, por la noche, gustaba salir de aquella ventana hacia la calle. Usaba un disfraz, así como el del zorro. Aquel que le encontrara y le mirara se reiría de su figura pues era pequeñito, de gran cabeza y de pies enormes como los zapatos de un payaso. La actitud de él era mas extraña aún, pues sacaba su espada y empezaba a ladrar. No era diaria aquella actitud, había veces en que maullaba, gemía, gruñía, o, simplemente, gritaba a todo pulmón. Lo extraño de todo era que nadie que le viera podría adivinar que era el muchacho de la ventana, nadie, excepto yo, que era su padre y que no podía hacer nada más que hablarle, aconsejarle, prevenirle, pero este no escuchaba nada de lo que decía. Lo extraño era que no respondía nada, simplemente se daba media vuelta y se quedaba en la ventana, sin ningún gesto, así como una cara dibujada. Esta actitud la tomó cuando su madre despareció de nuestras vidas. Contaba con once años, pero desde siempre fue muy callado, tímido, pero inofensivo. Desde que se fue su madre se puso en la ventana y no hacía nada más que estar allí. No comía durante el día, no dormía, nada, simplemente era un pedazo de la casa. Tuve que aceptarlo tal como era. Mi carácter era pasivo, y acepté mi suerte con mi hijo. Por alguna extraña razón enfermé y tuve que ir al hospital por cerca de dos meses, y cuando retorné a la casa no lo encontré. Me asusté, era mi hijo, era lo único que tenía en el mundo. Llamé a la policía, al ayuntamiento, pero nada, nadie pudo darme noticias de él. Pensé en que volvería alguna noche, pero no fue así, no vino como esperaba. Continué mi vida, pero cada vez que llegaba a la casa y veía la ventana, le extrañaba. Pasaron los días y las noches hasta que pasaron exactamente dos meses. A la mañana siguiente le vi. Estaba parado, mirando hacia la calle desde la ventana de la casa, como si no hubiese pasado el tiempo. Le hablé y este, para mi sorpresa, se volvió hacia mí, sonrió y continuó mirando a través de la ventana. Sentí que estaba contento de volver a la casa, así que le puse su disfraz en la puerta de su cuarto y le preparé su cena. Cuando llegó la noche, mi hijo cogió el disfraz, se vistió y salió a la calle. Esa fue la última vez que le he visto, así que si alguien de ustedes ha visto a un joven pequeñito, de cabeza grande, y pies enormes, me avisa por favor. Le extraño mucho, tanto que desde aquel día, estoy todo el día parado en la ventana de la casa, mirando a través de ella como si fuera un cuadro inanimado...



San isidro, septiembre de 2006


Texto agregado el 14-09-2006, y leído por 471 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
16-09-2006 muy extraño , pero muy bien escrito e interesante. inakix
14-09-2006 ***. _Schatten_
 
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