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Resultaba enigmático encontrar un asesino como él, pues bien podría ser como cualquiera de nosotros, no solo por la apariencia, que es un detalle que no merece mayor mención, sino por su mirada y la educación de sus palabras.

Bastaba con verle caminar para volver la mirada y no prestarle mayor atención.

Aquella noche fue diferente, y no sabía si se debía al consumo de alcohol o a la desgracia a la que, delirante, amaba aferrarse, pero sí... en efecto, no era el mismo, y es que, cual lunático cambiante, sus labios esbozaron una sardónica sonrisa.

Se ufanaba de las manchas rojizas de sus mejillas, contoneando su cuerpo al compás de las últimas ruidosas canciones cuando entra el alba y la vida nocturna en la ciudad se ve absorvida por el cansancio. Sus pasos eran ruidosos, se escuchaba el divertido silbido que salía de su garganta, presa de la exitación que pende de aquel que ha derramado sangre en medio de sus ilusiones, ¿Necesitaba más motivos? La mujer le había insultado, merecía morir, merecía sentir como la vida era derramada por aquel que blande un cuchillo en medio de la tensa situación nocturna, jamás lo repetiría, sería la última vez... sus ojos serían arrancados por la muerte y su cuerpo, tenso por el dolor que embarga sus poros, yacería inerte en uno de los sucios baños, de esos que solo encuentras en los más decadentes antros.

Se detuvo bajo la mortecina luz de uno de los faroles, que tragaba una nueva polilla que perdida moriría junto al resto, el ruido cesó, se encontraba absorto en sus poco lúcidos pensamientos.

Sus manos palparon su chaqueta y sustrajeron un cigarro, cerró los ojos y se dispuso a recordar, su indumentaria, pese a estar manchada de líquidos humanos, no perdía su colorinche aspecto.

Así es como empezó a construir... las razones por las cuales sus manos perdieron su virginal palidez:

En la tarde el día le dió un mal augurio, sus padres ya consumaban su divorcio mediante insultos y ademanes que le llenaban de bélicas sospechas, y es que, esa tarde su madre se encerró en su pieza con un ojo en tinta.

Tratando de abandonar el ambiente, decidió dejarse arrastrar por la brisa de la noche sin intenciones de centrar su atención más que en el vicio, lo primordial era perder la conciencia.

Texto agregado el 14-09-2006, y leído por 101 visitantes. (0 votos)


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