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PROFESIONES EN EXTINCIÓN.
Por Luís M. Villegas.

Muy de golpe y porrazo, caí en cuenta del porqué a últimas fechas, se me dificultaba entender al mundo y a quienes lo compartimos. Es simple; ya no soy parte de él. Toda vez que la expectativa de vida el INEGI la sitúa en 2005 en 73 años promedio para los varones, me hizo comprender que la mayor parte de mis aprendizajes, experiencias y recuerdos se sitúan en el siglo pasado. Seguramente que mucho de ese entorno, simplemente, se fue desvaneciendo en la obsolescencia que impone nuestra tecnología globalizada. Ojala que en eso parara, pero para muestra le presento estos botones.
ACOMODADOR DE CINE: Ante la tradicional y arraigada costumbre mexicana de llegar tarde a todos lados, el cine no era la excepción, especialmente cuando se acostumbraban los programas triples de una misma serie por ejemplo: King Kong, Supermán, las aventuras de Tarzán o el Llanero Solitario y su inseparable amigo indio Toro, que en la versión original gringa se llamaba racistamente Tonto, el inolvidable Comando Cody que anticipaba el vuelo autónomo con un par de cohetes en la espalda y tantos más. No importaba lo tarde que usted llegara. En la puerta le esperaba el acomodador de cine, cuya misión era conducirle a los asientos vacíos en la zona de su preferencia, alumbrando con una linterna de mano los escalones de la sala a fin de evitarle la vergüenza de un azotón. Además tenia licencia para echar la luz a la cara de los cinéfilos puntuales que ya estaban sentados viendo la película a fin de permitirle el paso, haciéndose merecedor de una moneda de veinte centavos a guisa de propina.
TELEFONISTA: Para hacer una llamada se debía primero dar vueltas a una manivela situada a un costado de su teléfono de obligado color negro. Resultado: le contestaba una voz aguda de mujer cuya misión era la de conectar los cables en el conmutador manual que hacían posible la comunicación. Si quien hablaba era un niño a menudo era reprendido por la operadora por utilizar el aparato para cuestiones sin importancia, informando a los padres del uso indebido de la línea, ya que tenía la virtud de escuchar en su auricular las conversaciones que todos hacían, convirtiéndose en un personaje temido y respetado por la información que concentraba. Imagine en la actualidad si se limitara el uso de la telefonía a cuestiones importantes, ¿Qué sería de los usuarios de la floreciente industria y moda de los celulares? En cuanto a que escuchen sus conversaciones, no se preocupe, pues ante las evidencias mostradas de las charlas desparpajadas de políticos en los noticiarios televisivos, nadie puede declarar a salvo su privacidad.
HUAPILLERO O TEPACHERO: Para combatir al calor tropical nada como los refrescos naturales como la huapilla (agave stricta) ¡bien fría! envasada en botellas de vidrio de diferentes tamaños de acuerdo a su sed o un rico tepache de cáscara de piña fermentada, el cual era ofrecido en barricas de madera , custodiado por grandes trozos de hielo , con el inconveniente de que el vendedor invariablemente lucía tan zarrapastroso como si se hubiera revolcado antes de salir a vender, creando sospechas acerca de las condiciones de salubridad en la fabricación de éstas bebidas. Hoy no nos preocupamos mayormente ya que la actual industria refresquera, en salvaje competencia, nos ofrece toda clase de bebistrajos en colores y sabores insospechados, adicionados con químicos que sustituyen el gusto original que alguna vez identificamos como de frutas conocidas. Por el envase no se preocupe, los hay hasta de tres litros y medio y una versión con una especie de chupete para aquellos que no lactaron lo suficiente. Eso si, todos, son sospechosos de causar algún tipo de cáncer.
ELOTERO: Bastaba un medio tambor metálico recortado donde hervir las tiernas mazorcas con leña, para después montarlo en un carromato de madera y mediante tracción humana llevarlas a una buena esquina, cerca de los mercados o de la salida de alguna escuela y por supuesto, de los campos deportivos. Servidos en una de sus hojas más gruesas ofrecía, visionariamente un envase reciclable y sustentable y si usted quiere hasta medicinal, ya que los pelos del elote tienen fama de buen medicamento para los problemas renales. Las altas temperaturas de cocción garantizaban la pureza del exquisito producto, no así la uña negra del elotero que pellizcaba los granos para mostrar la suavidad o dureza del manjar. El olote restante servía, arrojado con tino, como instrumento para demostrar el desagrado con las decisiones de los árbitros o hacia alguien que no nos cayera bien. ¿Condimentos?; era suficiente con “polvo de oro”, que era una mezcla de chiltepín molido con sal, en cantidad acorde con su tolerancia al picante. Hoy se ha transformado en un alimento procesado con suavizantes y adicionado con un queso amarillo artificial, crema inodora y queso blanco pulverizado, jugo de limón y diversos chiles molidos , servido todo en un contaminante vaso de unicel y su cuchara de plástico. Claro, el equivalente en granos le sale cinco veces más caro aunque éste se declare “elote feliz”. Nadie le garantiza que no usen en su confección maíz transgénico, lo cual le hará ingresar por su ingesta a una de las largas listas de héroes modernos que consumen la inevitable y mortal comida chatarra.
Dicho lo anterior, en un apretado resumen, espero que concuerde conmigo que cada vez resulta más cierto aquello de que todo tiempo pasado fue mejor. O tal vez lo que sucede es que con el tiempo ya se nos olvidan las cosas desagradables y nos preparamos a ingresar a algún programa oficial para los llamados ciudadanos mayores. ¡Que gorro!

Texto agregado el 14-09-2006, y leído por 398 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
19-10-2006 Me llevo este hoy, bosquedelaureles
 
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