Era tiempo de lluvias. Llovían palabras y palabras sin cesar. Como copos de nieve, las palabras pintaban un paisaje único, atractivo, que atrapaba la atención de las personas. Una montaña de palabras cubrió a la gente. Miles de manos revolvían buscando la palabra más bella, la palabra que los hiciera sentir mejor, la palabra mágica que lograra hacerlos lucir como seres maravillosos ante los ojos de los demás. Esa búsqueda los enloquecía, alteraba sus comportamientos. Se los veía como pirañas haciendo burbujear la superficie del agua con su implacable ansiedad de poseer esa palabra. Eran depredadores hambrientos de fama y arrasaban con lo que se les interponía a su paso. Hubo quien atrapó la palabra AMOR, otro la palabra BONDAD, otro la palabra SABIDURÍA. Muchos quisieron ostentar la palabra JUSTICIA y se trabaron en cruenta lucha, destrozando a sus contrincantes hasta que al fin alguien se la apropió. Lo mismo aconteció con la palabra CARIDAD, COMPRENSIÓN, SOLIDARIDAD, PAZ, FRATERNIDAD, COMPASIÓN, LIBERTAD.
Cuando los más fuertes y hábiles, consiguieron su palabra favorita el suelo quedó plagado de gente malherida que gemía y se retorcía del dolor. Éstos tuvieron que conformarse con los DESPUES, ALGUIEN, PODRÉ, QUIZÁS, MAÑANA, AYER, TARDE, FUTURO, AYUDÁME, MÍRAME, ESCÚCHAME, DOLOR, FURIA, RENCOR, LUCHA, HAMBRE, SED, FRÍO, INTEMPERIE, IGNORANCIA, IMPOTENCIA, SILENCIO, SOLEDAD, ENFERMEDAD, DESCONSUELO, DESESPERACIÓN...
Después se organizó un grandioso desfile, donde los fuertes y hábiles lucieron su palabra ante el resto de la gente. Muchos aplaudieron los discursos de aquellas maravillosas personas poseedoras de las palabras más bellas, convencidos de que ahora todo sería diferente.
Todo fue presenciado desde un rincón por un grupo de niños que vieron todo lo sucedido.
Ellos no aplaudieron. Sabían que solamente se trataba de palabras. Ellos siguieron esperando la verdadera lluvia. El aguacero de acciones.
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