[A mi padre]


Supe que el alma se suspendía en el viento
Por allá por Puluqui, de Puluqui al Cielo dicen,
Cuando te escuchaba machu tocar
La piedra pichu de tu rebeldía.

Y tu boca me trajo a Neruda,
Le dí la mano a Allende
Y calló como castigo militar al
Viaje etéreo de mis sueños,
Cuando las grises te vinieron a llorar el 73.

No fuiste un hombre de pampa,
entre letras te escuché merodeando el sueño de cansancio,
en una película de monjes,
dónde cultivaste la calma.

Y te volví a hallar en medio de la pampa
oyendo a Mozart, modulada en Radio Moscú.
Tu radio a pilas sintonizaba las melodías y
óperas de tu vida, que hoy diriges,
como el concertino más hábil del mundo,
en la palestra nortina testigo
de tu última fuga…

La de tu palabra,
Hablándome de libertad
De libertad
Libertad.