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OCHO

En fin, ese fue el epílogo de nuestro segundo viaje a Temuco, qué epílogo ¿cierto?, pero nuestros siguientes viajes ya no estuvieron marcados por el secreto, pues yo ya estaba separado, en realidad ya desde antes de Buenos Aires, desde diciembre, ya hablaremos de eso, y tú quedaste sola muy luego, Alfonso se fue a Canadá con Daniel, tu hijo mayor, ya en plan de separación, nunca tan claro y tan preciso como yo hubiera esperado pero así se dieron las cosas, y tanto no se han aclarado desde entonces, aún cuando hace poco vino Alfonso, y tú esperabas que eso sirviera para dejar las cosas más claras, para definir la situación, pero yo creo que ese objetivo se cumplió a medias en algunos aspectos y en otros simplemente no se cumplió, y que tu situación matrimonial sigue siendo un fantasma incierto, en que Alfonso, a pesar de estar lejos, ignora, o finge ignorar, que los dados ya están echados hace tiempo, y ejerce sobre ti un chantaje emocional que no me habla bien de su carácter, aunque a veces tú, y te entiendo, tiendas a justificarlo, no creas que yo no puedo entenderlo, me imagino lo que debe ser eso, yo también pienso en la Rosario, en las reacciones que ha tenido, pues, aunque ya hace mucho tiempo que mi matrimonio, y tal vez también el tuyo, estaba muerto, era un cadáver que aparentaba buena salud, y podíamos vivir medianamente cómodos en ese estado de coma profundo en el que, aparentemente, nadie sufría, porque estábamos inconscientes, pero estar en estado de coma es todo lo contrario de estar vivo, es una muerte en la que no te pueden enterrar, mientras ciertas funciones vegetativas se mantengan, y luego, cuando te desconectan de la máquina por mano de terceros, los deudos tienden a culpar de la muerte al que desconectó la máquina, y no a la enfermedad, porque a pesar que ésta declaradamente no tenía remedio, creíamos en esa falsa vida que el aparato ayudaba a fingir, entonces, no importando que el amor hubiera muerto hacía ya años, y que siguiéramos viviendo juntos sólo en función de los hijos, el final es precipitado por algo que parece tan ajeno a las causas profundas de esa muerte, que se tiende a asignar a esa causa final toda la responsabilidad, como un anciano del que nos hemos despreocupado, y no lo hemos alimentado, ni abrigado, y al que no le hemos procurado las mínimas condiciones de bienestar, pero de cuya muerte culpamos a quién apagó el interruptor del aparato que le suministraba el oxígeno que lo mantenía vivo, pero en estado vegetal, qué modo más fácil de liberarse de las propias responsabilidades y de sentirse víctima, cuando durante años se conversaron tantas cosas, se enfrentaron tantos problemas, se dijeron tantas verdades, y sin embargo todo eso desaparece ante lo que no es causa, sino tal vez consecuencia final en una larga cadena. En fin, no queda más que aceptar que la gente reacciona de un modo más visceral que racional, e intentar seguir adelante con ese peso adicional encima, pues ya es suficiente peso, al menos para mí, estar lejos de mis hijos, vivir solo, yo, toda mi vida acostumbrado a la comodidad, a no preocuparme de las cosas domésticas, debo reconocerlo, y ahora debiendo enfrentar el tener que vivir día a día como un ser civilizado, lavar platos, hacer la cama, preocuparme de mi alimentación diaria, de tener ropa limpia, de no vivir como un troglodita, además de estar más que nunca preocupado de que nada falte en mi casa, asumir muchas cosas que antes eran compartidas solidariamente con la Rosario, y de las que ahora ella se lava las manos olímpicamente, pero también preocupado por ella, sentir que le he causado sufrimiento, porque entiéndeme Antonia, sé que me puedes entender, a ti también te pasa lo mismo, y en mayor medida que a mí, yo nada tengo contra la Rosario, y me duele causarle dolor, a ti también te preocupa Alfonso, además que él se encarga de hacerte saber cada cierto tiempo que no está bien, a mí no me ha pasado eso, la Rosario ha evitado toda relación personal conmigo, prefiero ese rencor silencioso al chantaje que sobre ti ejerce Alfonso, aunque no todo lo pueda entender, porque ignoro muchos aspectos de tu relación con él, como tú de la mía, y a ti también te debe pasar que ciertas cosas te parecen raras, como esa tonta forma que tenemos de relacionarnos para los asuntos prácticos con la Rosario, a través del correo electrónico o de los mensajes en el celular, cuando tú puedes conversar con Alfonso por teléfono con bastante frecuencia, y cuando estuvo él hace poco pudieron conversar muchas cosas, me imagino, aunque los resultados no hayan sido todo lo definitivos que tú y yo esperábamos, pero eso es ya otro asunto, y de lo que te estaba hablando era en el fondo que la felicidad no es un fin sino un largo camino lleno de obstáculos y de desvíos, cuando uno no es un canalla, la felicidad es un horizonte, pero también es el paisaje que nos rodea, y cuando uno camina hacia ese horizonte no puede dejar de echar una mirada hacia atrás, hacia la huella que has ido dejando, y esa huella puede ser dolorosa, pues al fin y al cabo son seres humanos a los que amas o a los que alguna vez amaste, o también cosas, no por ellas mismas, sino por la historia que está depositada y latente en ellas, pero así como hay una huella que se deja y un horizonte al que se camina, y que a veces parece que no se alcanzará nunca, también está ese paisaje que nos rodea, a veces lleno de rocas y zarzas, pero también lleno de flores, plácidos campos y fresca brisa, puestas de sol, como la que contemplo en estos instantes, en que luego de un lunes nublado y frío el sol parece que quisiera disculparse por su negligencia brindándome un crepúsculo lleno de esos múltiples colores que se ven en primavera y en otoño, y las nubes empiezan a teñirse por debajo con un tono rosa anaranjado, aún quedan unos quince minutos para el ocaso, y el cielo se orquesta para entregarme una sinfonía de colores, ya ves, no todo ha de ser soledad, sopas para uno, arriendo de videos y lavado de platos, y sé que a pesar que no me has contestado el último mensaje que te envié por el celular, pronto recibiré noticias tuyas, un mensaje o una llamada, haciéndome saber que a pesar que la sensación que se experimenta en este departamento es la de estar apoyado en la roca infinita y enfrentado al horizonte infinito, y de algún modo contribuye a reforzar la sensación de soledad que me acompaña, también es la mejor tribuna para contemplar el océano infinito y las puestas de sol, y por las noches puedo asomarme a la terraza y regalarme millones de estrellas, y eso no es poco, cuando uno se ha acostumbrado a andar por la vida mirando paredes, pavimentos, carreteras y autos, y ahora el sol ha asomado como una inmensa bola anaranjada en el borde de la más lejana capa de nubes y ha mirado para atrás, siempre me pareció tan verdadera esa expresión, “el sol miró para atrás”, como despidiéndose y prometiéndonos volver con más fuerza mañana, aún deben quedar unos cinco minutos antes que se hunda en el horizonte, cómo me gustaría que estuvieras aquí conmigo, Antonia, yo sé cuánto te gustan los atardeceres, tanto como para que eligieras uno al lado del mar para decirme por fin “te amo”, y por eso los atardeceres, cuando puedo contemplarlos, me traen dulces recuerdos, pero también la pena de no tenerte aquí conmigo, y quisiera acompañar este atardecer con una música apropiada, pero entre buscar el cd y ponerlo ya se puso el sol, así es que me quedo con el duro rock de la radio Valentín Letelier, mientras el sol termina de hundirse e ilumina fantásticamente una pequeña nube, justo en el horizonte, que queda, luego de la desaparición de la bola anaranjada, como una pequeña y brillante llamarada contrastando con las nubes grises y rosadas, y luego se va apagando, poco a poco, Antonia, y no estás conmigo, y no recibo tus señales.

Texto agregado el 13-09-2006, y leído por 180 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
05-11-2006 Que alma tienes Agustín, plasmas los detalles con una sutileza que toca mi espíritu muy profundamente; voy por más BajoCero
13-09-2006 Perfecto. Desde este momento, mi día de hoy será un profundo silencio con rostro de Antonieta... Eso es lo que me gusta de tus textos... Lo que logran ocasionar... las sensaciones... Que bien. que bien.********** Lestat_DeLioncourt
13-09-2006 "...aunque ya hace mucho tiempo que mi matrimonio, y tal vez también el tuyo, estaba muerto, era un cadáver que aparentaba buena salud, y podíamos vivir medianamente cómodos en ese estado de coma profundo en el que, aparentemente, nadie sufría, porque estábamos inconscientes, pero estar en estado de coma es todo lo contrario de estar vivo, es una muerte en la que no te pueden enterrar, mientras ciertas funciones vegetativas se mantengan..." Que claro expresaste esta larga agonía... la culpa final de quien desconecta el respirador....No es fácill reconocer la realidad, no es fácil vivirla... ni lo es adaptarse como un discapacitado a la nueva vida hasta reponerse luchando duro cada día... uno queda hecho girones. como un perro mordido. Esta parte del texto me escarbó hondo. Lo lograste aunque a veces una prefiera no recordar. Un abrazo enorme... Despúes siempre sale el sol. Lili lilianazwe
13-09-2006 kucho... que tristeza me dan estas letras... donde esta Antonieta? 5* aruald
 
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