Nada era más urgente que atarte los zapatos:
No podría ponerse en algo más esmero
Que en esa noble labor en la que poco a poco y sin afán,
Adivinabas
La otra orilla de la vida.
Baja la tarde
Se alejan las risas ajenas, como en sueños.
Tú y desde ahora, presientes otros planes.
Sin prisa
Sin más menester que con las yemas de los dedos
-enjalbegadas de chocolate y caramelo-
Soltar el nudo gordiano.
Ahora, que esta tarde te aplasta y te fastidia
Que te clava la mirada en la nuca
Que te exige
Te acosa
Te atolondra
Con una y otra y otra cosa
Quisieras estar en esos días
En que atar los cordones se hacía urgente
Y te dedicabas con cierta golosina
a perecear entre trencillas y nudos y orejas
que se desatan al instante
Y vuelves las rodillas al suelo para atarlos.
Otra vez.
Otra vez
Otra vez y para siempre.
Texto agregado el 13-09-2006, y leído por 183
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