Muerte al traidor proclaman los ángeles de fuego, mientras caen en la fuente de sangre, una ves prístina en cristal y diamante.
Sus naturalezas son la misma cosa, bajas, indeseables, y se acrecienta el doble por cada ves que toma la sustancia blanca de la copa de papel.
Desorientado mastico mis ataduras para llegar a él, afortunado es, OH sí afortunado, mi naturaleza me reprime, pero me encantaría arrancar rapazmente su ojo izquierdo con mis meñiques relamidos en sal y azufre, OH afortunado hombre.
Igual que en la fragua de la espada, mis venas se tiñen del rojo rabioso al escuchar su nombre. La adrenalina que corre por el cuerpo es sulfuro, sulfuro ácido, quema mis entrañas, me muerde, me devora, me deshace.
Soy el portador de su irrealidad y cargo con más cosas suyas de las que su pobre espalda aún podría.
Desprecio, siembra con sus pasos de arrogancia ignorante, suda miseria y mal gusto. Amé tanto que se me hace un dolor horrible olvidar, mi lealtad con éste y conmigo no me permiten dejar de odiarlo.
Adoraría lamer sus huesos, luego de devorar su carne y vomitar sus entrañas, al igual que lo hace un león muerto de hambre con un venado podrido.
Tan mal agradecido es, tan inconsciente, hipócrita, que hasta me da un rapto de compasión y lástima, pero no se preocupe que algún día seré yo el que se cobre esos talentos, también le prometo que seré su peor pesadilla y su propia pira de pastos, donde se quemará muy lentamente en el fuego de mis recuerdos más espantosos sobre él.
Pero sólo puedo pedirte perdón por esta locura mía, en rigor de verdad si lo amo tanto no debería dejarlo aún vivir........
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